Necesito un abrazo

En estos tiempos de desasosiego, la soledad está haciendo mella de muchas personas. ¿Saben qué es lo malo? Que ni aún así, se atreven a pedir lo que necesitan… Están completamente impedidos y no los podemos culpar.

¿Cómo alguien puede pedir un abrazo si nunca lo ha recibido? ¿Cómo una persona puede expresar su deseo de escuchar que alguien le diga que todo estará bien si está «entrenado» para esperar lo peor de los otros? Difícilmente los seres humanos podrán pedir algo que no fue cercano a ellos, y mucho menos, podérselo dar a sí mismos.

Hace tiempo en una plática sobre el efecto de las emociones y las enfermedades, pedí a los asistentes que me respondieran si les gustaban los abrazos y todos respondieron afirmativamente e hice un ejercicio con ellos solicitándoles que me dijeran de quien les gustaba recibir abrazos: papás, hijos, pareja, amigos; fueron las respuestas. Y entonces, les pedí cerrar los ojos y abrazarse. Durante un minuto permanecieron en esa posición. Yo veía sus rostros y percibí cuán difícil estaba siendo la dinámica. Al abrir sus ojos les pregunté cómo se habían sentido y algunas palabras que sonaron, fueron: «me sentí ridículo», «no me la creí», «ya quería que acabará el ejercicio», «no sentí nada»… ¡Vaya respuestas! Pero es así: aprendemos tan bien a no darnos lo que no nos dieron, o dárselo a todos, menos a nosotros mismos. Qué injusto, ¿no creen?

La vida es un asunto serio y muchas veces, harto difícil. Hay momentos en los que nos hace falta cobijarnos en el pecho de alguien y reposar en esa tranquilidad algunos minutos. Saber que ese instante se hace eterno y nos recuperamos para volver a salir al mundo. Todos provenimos de un segundo de amor, y es vital seguirlo sintiendo conforme pasan los años.

Un abrazo marca a la persona para saberse respaldada y sentida. Incluso, es tal el efecto que hasta el cuerpo lo resiente. Vean sino:

Incrementan la liberación de «hormonas felices», proclives a limitar la formación de enfermedades crónico degenerativas.

Reducen el estrés.

Reducen la ansiedad.

Disminuyen la presión arterial.

Alivian el dolor menstrual.

Calman los dolores de cabeza.

Y ante un panorama en el que la soledad nos está acompañando, cabe preguntarse si es necesario, o quizá obligatorio, que esté otra persona conmigo para poder generar todo lo que dice líneas arriba… La verdad es que no. No es requisito fundamental porque no podemos quedarnos sentados esperando que alguien nos proporcione la calidez ni la sensación de tranquilidad. Eso sólo potenciará nuestro stress y nuestra frustración… Entonces, por Dios, ¡date un abrazo! Aprendamos a manifestarnos de manera individual ese cariño, afecto, solidaridad, seguridad a través de tocarnos, de rodear con nuestros brazos a esa persona tan falta de amor, atención y confianza… Puede ser complicado al principio, pero nadie nace experto y mucho menos en el acto más importante de amor, que es el amor a sí mismo. Y no, no es egoísta pensar en darte amor a ti mismo, porque tienes una vida que -al igual que la de otros- también necesita ser colocada en un alto nivel de importancia. Al igual que otros, también requiere sentir que alguien lo acompaña en sus momentos difíciles. Y si allá afuera no hay quien colabore con esta tarea, ¿para qué estás tú contigo mismo?

Si fuiste afortunado y en tu casa hubo demostraciones de afecto sincero a través de un abrazo, continúalo y enséñale a tus cercanos este magnífico aprendizaje. Si fuiste de aquellos que no saben lo qué es, tómalo como un reto personal y aprende a acercarte a ti con suavidad, con un toque ligero, para poco a poco, ir abrazándote con más fuerza.

Dejemos de pensar que sólo el otro puede producir en nosotros el efecto salvador de un abrazo. Quien abre sus brazos hacia sí mismo, provoca un efecto de autocuidado, de autoprotección, de autoseguridad… Y pregunto: ¿No es precisamente lo que necesitamos ahora?

<p value="<amp-fit-text layout="fixed-height" min-font-size="6" max-font-size="72" height="80">Empieza por un <strong>abrazo</strong> a la semana. Y como una dieta contradictoria, entre más te proporciones ese contacto contigo, iniciarás el camino del <strong>buen trato</strong> y la buena compañía, estandartes ambos de la <strong>autoestima</strong>.Empieza por un abrazo a la semana. Y como una dieta contradictoria, entre más te proporciones ese contacto contigo, iniciarás el camino del buen trato y la buena compañía, estandartes ambos de la autoestima.

*En la terapia psicológica, una tarea fundamental es aprender a conocer las necesidades de afecto que más hayan hecho mella en la persona… Por las vivencias y por los aprendizajes, los pacientes aprenden a diferenciar que el daño ocasionado por alguien más, no se tiene que seguir replicando continuamente. Aprenden a verse desde otro lugar para comenzar un distinto comportamiento con ellos mismos, y los abrazos a sí mismos, son una pauta de la que se van desprendiendo otras, que ayudarán a que sus recursos personales sean sólidos para enfrentar cualquier situación en su vida.

Sino creo en mí…

«No vas a poder»

«No lo vas a lograr»

«¿Quién te dijo que será para ti?»

«Es demasiado para ti. No lo conseguirás.»

«¡Uy, esa persona nunca te va a hacer caso!»

¿Se te hacen conocidas estas frases?… ¿Han resonado en algún momento en tu cabeza?

Las personas actuamos de acuerdo a lo que realmente creemos, sobre todo, a lo que creemos de nosotros mismos. Podemos ir por la vida «presumiendo» de autosuficiencia, de seguridad, de valentía y fuerza; sin embargo, si todas estas características no están basadas en la autenticidad y la honestidad, es difícil que se sostengan.

Cuando somos niños, escuchamos y vemos hasta lo que no nos dicen los adultos a nuestro alrededor. Para eso son los sentidos. Alguien puede venir y decirnos: «¡qué inteligente eres!, y sentir que nos están mintiendo. Todas esas sensaciones, emociones, conductas, comportamientos y palabras; van detrás nuestro a lo largo de nuestra vida y es así cómo será nuestra forma de actuar cuando seamos adultos.

Si lo que nos «trajimos» fueron frases lapidarias como las que encabezan este texto, se meterán tan dentro, que de forma automática producirán conductas en detrimento de nuestra persona. Es decir, estos pensamientos se vuelven dogmas que nos hacen lograr o no lo que deseamos.

Por ejemplo, si te la pasabas estudie y estudie; y lo que recibías era: «¿Para qué tanto te esfuerzas? ¡De todos modos eres un burro!», dicha frase- si no es actualizada- rondará posiblemente a lo largo de tu vida adulta haciendo que hagas lo que hagas, no logres sobresalir o alcanzar un mejor puesto, o estabilidad laboral; o que no seas considerado para otras funciones, entre otras. Es decir, la «fuerza» de dichos dogmas arrastrará todo lo que esté a su paso si no ponemos un alto para modificarlas y colocar en su lugar, a otras que ahora sí nos sirvan para alcanzar una meta, para concluir una tarea o para iniciar un nuevo proyecto.

Todo ello recae en que nuestra autoestima, seguridad y confianza; se verán mermadas, supeditadas a lo que los dogmas les indiquen y éstas no podrán luchar contra aquello que nos viene de mucho tiempo atrás, incluso, que ni siquiera nos fue dicho a nosotros o no nos correspondería, sino que, muchas veces, llegamos a ser representantes de aquellos con los que nuestros padres o las personas que fungieron como tal, tengan asuntos aún por resolver.

¿Cómo modificamos esto? Haciendo una lista de todas aquellas frases- verbalizadas o no- que creamos que nos enseñaron, nos transmitieron o que determinan aún nuestra vida. Ponlas así como lleguen a tu mente y coloca una P si se la atribuyes a tu lado paterno y una M si consideras que viene del lado materno.

Una vez hecho esto, di cada frase en voz alta y deja que resuene en tu interior. ¿Qué se siente? ¿Aún aplica hoy en día en tu vida? ¿Para qué te ha servido? ¿Cómo la modificarías para sentirte mejor contigo mismo? Por ejemplo: si la frase original es: «No eres suficiente para que un hombre se case contigo», no te sirve. Si la cambias por: «Soy suficiente para mí y eso es lo más importante. Si un hombre ve lo mismo que yo veo en mí, quizá suceda algo entre él y yo. Sino, yo sigo mi vida»… Es decir, que transformes el sentido de la frase, que acomodes y muevas palabras para que la intención sea diferente al que ha «servido» por mucho tiempo. No necesitas que te sigan ofendiendo o lastimando, ya de esto haz tenido suficiente. Ahora se trata de que que haya frases distintas en tu día a día. Todas aquéllas que te hagan sentir y actuar en beneficio de ti mismo.

Creer en uno es una decisión, no un permiso que alguien puede darnos. Cambia el rumbo. Está en tus manos…, o en las de algún profesional que te ayude a ver tus propios recursos, aquéllos con los que un día construyas tu autoestima y tu seguridad; y así empieces a vivir las consecuencias de, ahora sí, creer en ti.

 

El arte de decir que no

Estás cansad@ porque hoy fue un día pesado en la oficina. Llegas a casa y tu pareja te dice que hagas la cena mientras él/ella dobla la ropa que se lavó ayer. Hacia dentro te dices que no quieres hacerlo en este momento, que lo que quieres es tirarte en el sofá por 10 minutos; pero lo que de tu voz sale es: «Sí, está bien. ¿Qué te preparo?».

No te llevas bien con tu familia política y el próximo sábado es cumpleaños de tu suegro. Él siempre ha sido grosero contigo y no le caes bien. Van a hacer una comida porque cumple 80 años. No quieres ir, eso es un hecho. Cuando tu pareja te pregunta qué vas a vestir ese día, tú quieres decirle que no piensas ir porque ese señor nunca te ha respetado, pero le respondes que ya te compraste ropa nueva para ese día.

Tu jefe te pide, por tercera vez en esta semana, que te quedes a sacar un trabajo que le pidieron a él. Te dice que tú eres él único que le puede ayudar y que, cuando vengan los aumentos, serás el primero al que se lo dará. Tú sabes que sino hizo este trabajo fue porque todas las tardes después de la comida, se la pasa jugando en su computadora, pero te cae bien y le contestas en tono de broma, antes de ponerte a trabajar a las 8 de la noche, que  entonces quieres ¡el 50% de aumento!

Podríamos enumerar distintas formas en que no podemos decir que NO. ¿Por qué es tan difícil?

Partamos de algo: Por varias generaciones, en México se nos ha educado  que si decimos que NO, somos groseros, mal educados, altaneros, creídos, egoístas, mamones, etc. Y nadie quiere ese lugar porque es mal visto, no considerado, no reconocido de forma positiva; y entonces, ¡no importa!, ya luego yo lo hago…, después veo cómo…, total, ya después yo…, nos ponemos al final porque primero es el otro.

¿Qué hay en el otro? Todo aquello que no vemos y hacemos por nosotros.

Si digo que NO, «me deja de querer, me deja de ver, me deja de reconocer, me deja de considerar, me deja de lado…». Y no quiero que eso pase. Entonces, ¿qué me cuesta decir que sí?… Te cuesta darte a respetar, que tus necesidades siempre queden por detrás de las de los demás, hacer felices a los otros a tu propia costa, que gastes energía necesaria para ti en algo que quieras hacer por llevarlo a cabo para los otros.

Tenía un maestro que cuando le preguntaban los alumnos si había chance de entregar el trabajo más tarde u otro día, él sólo decía NO y se quedaba callado. Los alumnos se reían, bromeaban con él y le respondían: «¡ay, qué grosero es usted!», y él sólo contestaba: «No soy grosero, soy asertivo». Y en efecto, la primera reacción ante un ROTUNDO, CONTUNDENTE Y CLARO NO, es que la persona es todo menos afirmativa y defensora de su derecho.

Decir NO es una parte activa de nuestra autoestima y con ello, de nuestra seguridad como individuos. Si colocas tus deseos, necesidades, ideas, planes; detrás de las de los demás, es posible que tu autoestima sea endeble porque lo que tú consideras de ti mismo no es suficiente y por eso se «tiene» que «validar» con lo que hagan, piensen o digan de ti los otros. Si yo no me siento valiosa para mi misma y acompaño a mi tía Juanita todos los fines de semana para que no esté sola, el resto de mi familia dirá que soy buena, linda, amable; una excelente sobrina y eso «me bastará» para sentir que sí soy valiosa porque el resto  de la gente me lo hace saber. Claro está que cuando ya no quiera ir a la casa de la tía Juanita porque tengo cosas más importante que hacer, dejaré de ser la buena y pasaré a ser la mala del cuento, contando con que lo valiosa  que era se esfumará como por arte de magia.

Lo anterior puede afectarme sobremanera y regresaré tan rápido como pueda a mi anterior conducta porque hay una ganancia que no quiero perder, pero si yo refuerzo mi autoestima, comienzo un trabajo personal para incrementar mi seguridad y mi valor por mi mismo, entonces podré sostener con mayor facilidad mis NO, porque sabré el precio que debo pagar por esas ganancias que obtengo al ser lo que los demás desean. ¿Cómo le hago?

  1. Reajustando los aprendizajes. ¿Cuáles son las ideas que consideras sobre hacer ver tus ideas? ¿Qué piensas de la gente que defiende sus derechos? ¿Qué te enseñaron sobre mostrar tu desacuerdo sobre algo? Si aprendiste cuando eras pequeño que era mal visto decir que querías Coca Cola en lugar de la Manzanita Sol cuando te ofrecían un refresco, entonces ha llegado el momento de separarte de esa persona porque ese pequeño ya es ahora un adulto y este adulto ya puede decir que no.
  2. Observando. Dónde y con quién es más posible que no puedas decir que no. ¿Qué representa esa persona para ti: autoridad, admiración? ¿Qué sientes por esa persona: miedo, tristeza, lástima, envidia…? ¿Y a quién se parece más esa persona: a tu papá o a tu mamá?  Las representaciones juegan un papel crucial porque en muchas ocasiones, le ponemos un disfraz a las personas para continuar haciendo lo mismo que hacíamos cuando éramos pequeños.
  3. Trabajar tu autoestima. Que te veas desde tus ojos de adulto y no de niño. Que te coloques desde un adulto sincero y autónomo, que es capaz de ver lo difícil que la tuvo que pasar ese pequeño para que lo quisieran y lo vieran. Ahora ya no es necesario porque ya te tiene a ti para que le haga saber que es responsable, agradable, dicharachero, entusiasta, preguntón; y que ninguna de esas características es negativa. Simplemente es así y así está bien.
  4. Practicar. Nada puede ser parte de nosotros sino lo practicamos. Por ello, hay que hacer ejercicios para facilitar nuestros NO. Si vas a comer algo a un restaurante y en lugar de traerte la pechuga asada, te la traen empanizada, di NO, yo la pedí asada. Si te dan el café con leche y tú lo querías con crema, di NO. Si tu amiga te pide que le prestes tu vestido favorito, di NO. Si te dejan cuidando a tus sobrinos, di NO…
  5. Revisa. Hay que ver cuáles han sido las ganancias de tus SÍ, para que veas que no has querido perder para seguir ganando de los demás. Si es aprecio, comienza a apreciarte un poco más cada día. Si es un cariño, hazte esos cariños todos los días. Si es que te han reconocido, comienza a hacerlo tú mismo. Nada que no nos demos, nos podrá ser dados, recuérdalo.

 

Amar no es lo mismo que amarse

Hay un libro que hace años fue un best seller, Mujeres que aman demasiado, se llama. En éste, se habla sobre las diversas conductas y manifestaciones que las mujeres llevan a cabo en nombre del amor. Un amor que, sin duda, no es funcional ni saludable, pero lo hemos entendido así, sobretodo, por nuestras carencias no atendidas con las primeras figuras de nuestra vida, que son papá y mamá.

No, no vamos a echarle la culpa a ellos, los que están en sus casas, sus trabajos o el cementerio. No. Se trata de aquello que aprendimos en la observación, en la cotidianidad de nuestra historia de vida, en el día a día; y que, de manera simbólica, esos padres siguen ejerciendo su influencia porque están dentro de nosotros mismos. Y es con ellos que nos formamos nuestra idea de pareja.

En el caso de las mujeres, cómo haya sido nuestra relación con ese padre -aun ausente, por la relevancia de la herencia emocional-, se formará en nuestro interior lo que iremos buscando en las parejas con las que vayamos estableciendo relaciones amorosas. Si no nos reconocieron, no nos dieron un lugar, nos humillaron, nos trataron bien, nos consintieron; nos abandonaron, nos dieron de más o de menos…, todo esos elementos harán una mezcla que, a su vez, formará un «modelo«, que iremos acomodando a los hombres o mujeres con los que nos vinculemos.

¿Qué problema hay con esto?

Que eso que no nos dieron, en lugar de dárnoslo a nosotras mismas, se lo vamos a ir demandando a esas parejas, exigiéndoles como niñas pequeñas que nos vean, que nos escuchen, que nos apoyen o que nos consuelen, porque, precisamente a esa niña que fuiste le hizo falta. No te has dado cuenta que ya ERES una adulta que puede. No. DEBE dárselo, a ella como adulta y a esa niña que lo sigue esperando… Como una maestra me enseñó: «Ser tu propia hija y tu propia madre», porque sino, se seguirá reproduciendo esa misma historia: No me lo dieron- Ahora yo lo doy para que me lo den-No lo logro y no me lo dan-.

Actualmente, las dinámicas familiares, la sociedad y el contexto han cambiado. Sin embargo, pareciera que el autoestima de las personas (incluyo a hombres y mujeres) está supeditado a lo que el otro piense o sienta de ti. No está formado sobre la generación de tu propia concepción porque sigues «esperando» que el otro te ayude a hacerlo. Y lo poco que te da, con eso te quedas, ya que lo diferente representa un gran esfuerzo, y casi nadie quiere dejar sus ganancias secundarias que obtiene de relaciones lastimosas, enojosas, sin sentido, insalubres, violentas, insatisfactorias. Todo mundo quiere una «bonita relación», pero pocos, muy pocos, están dispuestos a hacer el trabajo correspondiente para lograrlo… Incluso porque, y si dejan de sufrir, ¿qué va a ser de ellos?

Por ello, no te escondas ante tu autoestima esté como esté. Dale un lugar, hazle un espacio para que pueda verse, escucharse, tocarse; y con ello, si es nulo o poco, empieces a hacer lo que nunca has hecho por ti: comenzar la preparación para un amarte auténtico, real, desde ti y para ti. Nadie lo va a ser por ti, nadie te va a dar lo que no te des. Eso sí, cuando lo logres, tu campo de visión se ampliará e identificarás a más personas como tú y ahí elegirás a una persona más parecida a ti.

Atrévete a estar en una relación saludable, libre, vital, donde puedas ser tú sin vergüenza, sin menosprecio, sin limitaciones.

Ya sabes: nunca es tarde para regresar a la escuela a aprender… Y la vida es una gran escuela…

 

La ansiedad me corretea

Así es.

Tal cual, la ansiedad es una forma desesperada para que nos hagamos caso.

Y es precisamente lo que no deseamos: hacernos caso.

Existe una frase que afirma que las personas queremos cambiar pero al mismo tiempo, deseamos que esto no suceda porque, diría el Príncipe de la canción: «La costumbre es más fuerte que el amor», y creemos que va a estar muy complicado lograr tener una buena vida o que ahora sí voy a tener la pareja que siempre he deseado; o que deje de pelear con mi esposa o que ya no me enferme siempre de la panza cada vez que mi jefe me hace enojar…

La ansiedad es un llamado que se manifiesta en el cuerpo porque la respuesta ya la sabemos, sólo que huimos de ella cual si escapáramos del peor enemigo… Umhh, imaginemos por un momento: Estoy de novia con un hombre violento. Después de muchos intentos, terminamos y una noche, siento que me ahogo, que no puedo jalar aire y comienzo a sudar frío. Mi corazón palpita a 100 por hora y mis manos ya no responden… Me da miedo y lo peor es que no puedo pedir ayuda porque no me sale nada de voz. Gulp!, sí que estoy en un lío…

Ok. Prosigamos:

Me dejo llevar por las manifestaciones de mi cuerpo… En realidad, lo peor que me puede pasar es que me desvanezca por unos segundos. Sin embargo, me doy cuenta que sólo con este ataque de ansiedad, sentí mi corazón porque casi siempre está ocupado en sentir por los demás. También  noto a mi cuerpo cuando lo siento sudar, ya que lo traigo en chinga sudando por el placer del otro; o que pareciera que mis manos quieren asirse de algo porque yo casi siempre estoy colgada por alguien más…, aunque sea un hombre violento, o una mujer celosa, o lo que sea con lo que yo no esté satisfecho y pleno.

Es decir, la ansiedad es un llamado a verme, a escucharme, a satisfacer mis necesidades, a complementarme, a ir por lo mío, a hacer más por mí que por los demás. A hacerme presente en mi vida sin dejarle al otro mi lugar en MI vida. Es un mensaje de que está contigo todo eso que andas buscando en otra persona: el apapacho, el consuelo, la comprensión, la escucha, ser visto o reconocido. Pero no lo quieres ver, ni escuchar ni sentir.

Aprendimos que si el otro nos hace caso, ¡ya la hicimos!. He visto como adolescentes de 12 años están sumamente preocupadas por su imagen física y esto puede catalogarse como normal porque están entrando en una periodo de transición y necesitan refuerzos por todos lados, sin embargo, sino hay papás que reconozcan que lo importante no es su imagen, y sí su autovalor y su autoestima; estas adolescentes crecerán pensando que  siendo bonitas para los otros, será lo único que valga la pena llevar a cabo.

Hombres y mujeres pueden sufrir por eventos de ansiedad a lo largo de su vida. Quizá por un examen (porque si repruebo, fallo y si fallo, no valgo), por un trabajo (tengo que ser el mejor porque si no estoy al 1000%, no me darán un ascenso y entonces seré un Don Nadie y eso se llama no existir), quizá que si fulano de tal no me pela, eso será sinónimo de que soy fea y nadie quiere a las feas- según yo y mi aprendizaje-.

Si en algún momento de la vida pasas por sensaciones corporales como las que hemos mencionado, puede ser que estés viviendo un momento de ansiedad al que debas hacerle caso desde que comienzas a sentir los primeros síntomas.

Qué tal si pudieras decirte: «Aquí estoy yo contigo, conmigo a tu lado no va a pasarte nada malo. Respira tranquilo que yo no me iré de tu lado». O si el corazón empieza a palpitar más de prisa y sientes que la respiración se te va: «Bien, tú sabes que ha sido difícil dejar ir a Juanito, pero ahora tú y yo estamos juntas para salir adelante. Yo sí quiero estar contigo y vamos a hacer que este corazón lata normalmente… A la una…, (respiras profundamente)… a las dos…, (otra vez respiras)…, ¡a las tres!».

No temas a lo que tu cuerpo venga a decirte a través de la ansiedad. Al contrario, dale la bienvenida porque  XXXXXXX (aquí di tu nombre en voz alta) está contigo y quiere que la sientes cerca de ti. Es tu salvaguardia y tu mejor compañía.

Si necesitas ayuda con tus problemas de ansiedad, la terapia psicológica puede ser una alternativa para resolverlos. Recuerda siempre acudir con un profesional en la materia.

Las redes sociales y el amor

O el amor en los tiempos de pantallas y aplicaciones…

En ambos casos, el título parece que anuncia una realidad cada vez más constante y con ganas de quedarse para siempre sino nos ponemos un alto.

¿A qué me refiero?

Echen ojo:

«Tomé su celular cuando se paró a recibir la comida que habíamos encargado. Ahí fue donde vi que se mensajeaba con una mujer. Eran mensajes muy subidos de color, como que ambos se coqueteaban. Cuando regresó, le reclamé y lo negó todo. Se molestó porque había revisado su celular y eso me encabronó más porque a leguas se notaba que me estaba ocultando la verdad…»

«Ya no éramos novios pero habíamos quedado en ser amigos, así que nos seguíamos  en Facebook e Instagram. Un día vi que le daba muchos like a una tipa horrenda y me dio mucho coraje porque a mí me había dicho que no le interesaba nadie. Hice un perfil falso para que ella me aceptará, me hice pasar por hombre y comencé a mandarle mensajes por messenger para luego capturar las pantallas y mandárselas a mi ex. ¿Para qué? Para que vea a su zorra coqueteando con otro y la deje…»

«Yo le dije que nos tuviéramos confianza y que no debía haber secretos entre nosotros, por lo que tenemos las contraseñas del celular del otro y de las redes sociales. Ella sabe lo que yo hago y yo sé con quien charla y quienes son sus contactos… No es por nada pero nos ha servido bastante porque así no hay chance para ponernos el cuerno…»

Los ejemplos anteriores son una situación cada vez más común en la vida de las parejas de hoy en día, sin importar edad o nivel académico o económico en el que se manejen. Es decir, no excluye a nadie porque se relaciona más con faltas en nuestros primeros años que vamos solicitando a nuestras parejas que las satisfagan. De hecho, puede presentarse que ante una figura paterna (en el caso de las mujeres) o materna (para los hombres) intermitente, escasa presencialmente hablando, o bien, fría o violenta; nuestra búsqueda encuentre a personas que también no estén del todo con nosotros. Una manera de repetir la historia de nuestra vida.

La zona conocida se convierte entonces en nuestra cotidianidad,  por lo que no es percibida con claridad. Puede molestar o doler pero eso no es suficiente para moverse de ese lugar, ya que eso «hemos aprendido»: a esperar, a desconfiar, a imaginar escenarios catastróficos y a obtener las migajas que «merece» nuestra poca autoestima.

Si bien la tecnología ha permitido el acercamiento con nuevas personas o el facilitar la comunicación, le hemos concedido todo el poder a un mensaje interpretándolo de acuerdo a lo que nos convenga– pero esta conveniencia deviene de un contexto personal, de acontecimientos vividos y que hemos integrado en nuestro interior para generar una perspectiva individual- así que si la historia nos dice que nos van a fallar, que se van a ir, que no somos suficientes; eso es lo que estaremos construyendo sino aprendemos de las experiencias para salir de esos patrones que nos tienen en relaciones tóxicas, poco saludables o llenas de dolor.

Por otro lado, hay un verbo que se ha traducido al español como «estalquear», derivado del inglés «to stalk» (espiar), que, de acuerdo al portal http://www.concepto.de, se trata de:

Una forma de acoso o espionaje tecnológico, que usualmente se da en el entorno novedoso de las redes sociales y el Internet. En líneas generales, este término se usa para referir a una conducta obsesiva, insistente, empeñada en averiguar lo más posible de una persona(usualmente una antigua pareja o un rival afectivo) a través de sus cuentas en redes sociales, sobre todo las que contienen datos personales: fotografías, mensajes, etc., tales como Facebook, Instagram, etc., dedicando a ello gran cantidad de tiempo y atención.

Fuente: https://concepto.de/stalkear/#ixzz5pFDn2chE

Este acoso se confunde con la necesidad de saber del otro porque se nos ha enseñado que el otro es más importante que uno mismo. Suena a clases de pensamiento positivo, pero sin nosotros no existiríamos. ¿Lo mismo sucedería si los demás se van de nuestra vida?

No es exagerado considerar que ante un bajo nivel de tolerancia a la frustración, los chavos de menos de 20 (y acá entre nos, de 30, 40, 50 y más) intenten por todos los medios asegurar que sus parejas van a estar ahí por siempre, ya que, de no ser así, la vida se acaba. Y en algunos casos es así.

¿Qué hacer?

  1. Aprender a confiar en uno mismo. Falta creer en que uno es más importante que el otro. Entender que si yo me doy eso que tanto busco que el otro me lo dé, no intentaré desesperadamente que se quede a mi lado.
  2. Incrementar nuestro autoestima. Hacer más acciones en beneficio de uno mismo. El tiempo que ocupamos en estalquear, utilizarlo en esos proyectos o deseos que, vistos a futuro, serían importantes para sentirnos felices. Si nos imponemos a nuestros deseos, el tiempo no se ocupará en saber dónde o con quién está la pareja. Y si eso sucede, estaremos tan ocupados en nuestro bienestar, que se nos pasará pronto.
  3. Conocer nuestra historia personal para no repetirla. Los patrones o modelos de comportamiento de nuestras familias de origen (tanto del lado materno como paterno) nos pueden dar mucha información para completar el rompecabezas de nuestra existencia. Puede ser que desde la bisabuela, las mujeres «tengan» que perseguir a los hombres, o que el abuelo haya dejado como mensaje a los hombres de su familia que «nunca» haya que confiar en las mujeres. Pedir información da la posibilidad de evitar seguir esos mensajes otra generación más.
  4. Ponerte al frente de tu vida. Haz una lista de que cosas han hecho esas parejas por ti, que te han dado, y luego revisa que de todo eso tú te das a ti mismo. Cambia la lista y ponla de tu lado porque, al final, nadie hará por ti lo que no hagas por ti mismo.
  5. Ve al encuentro de ayuda profesional. Una vida no se cambia de la noche a la mañana pero, ¿no te gustaría dejar de sufrir y acongojarte en tus relaciones de pareja? ¿No sería bueno que salieras a la calle sin que esos pensamientos de desconfianza te dominen? O sentir que no necesitas seguir a nadie a todos lados ni tampoco que te siga? ¿Amar confiando en ti más que en el otro? Entonces, busca un profesional para que te oriente al respecto. Hay para todos los gustos y bolsillos, sea de paso.

Acércate a una buena vida.

¡Hasta la próxima!

Si yo creyera en mi mism@

A veces, cuando fantaseo, me gusta imaginar que a los alumnos de la secundaria se les debería dar una materia llamada: «Creer en mi mism@».

Tengo la sensación que es en el inicio de la adolescencia cuando se manifiestan con más intensidad problemas de autoestima, no porque en la infancia no sucedan, sino que es en la adolescencia cuando el grupo de amigos se vuelve  más importante, los pares y la representación ante ellos es un tema constante en la queja de los chic@s. Quieren verse, integrarse, reconocerse en el grupo y pertenecer.

Por ello, creer en sus talentos y sus habilidades debería ser una prioridad para los adultos a su alrededor. Creer en su diferencia, en los aspectos y características que los hacen únicos, así como en la validación y orgullo de dichas características frente a todo mundo, tendría que ser una constante en su vida diaria.

Sin embargo, lo que tenemos hoy en día es que buscan -en su mayoría- ser igual o muy parecido al «otro», a ese que es popular, querido, aceptado, reconocido; aunque no sea más que la fachada de algo que se oculta por miedo. Es la etapa es que es mejor ir aparentando fuerza, soberbia, valor; o exagerando alguna como el ser chistoso o bromista… Y sino es por ese camino, entonces se busca la atención a través de ser todo lo contrario pero no por autenticidad, sino porque hay lugares ya ocupados en las representaciones sociales y hay que llenar otros, aunque en eso se les vaya la vida.

Vi un reportaje sobre el peligro de las redes sociales en los jóvenes. Me llamó la atención una chica de 13 años cuando le preguntaron cuántos contactos tenía en su cuenta de Facebook y ella respondió que 2500 -de los cuales conocía sólo a 25-. El reportero quiso saber qué pasaba con los compañeros que tenían menos seguidores pero que sí los conocieran, y ella expresó: «es como si no existieran. Nadie quiere ser amigo de ellos. Es una competencia a ver quién tiene más contactos en el feis».

Si esta adolescente entrevistada supiera la importancia de ser y no de parecer, no le preocuparía tener únicamente a 25 contactos pero reales, así también le parecería irrelevante si los demás compiten por la popularidad en redes sociales porque ella identificaría que en la vida no es mejor ser reconocida por el resto de las personas, que por ella misma y con esta acción, sería mucho más segura y diferenciaría quién la buscaría por su «popularidad» o por sus talentos y habilidades. Desafortunadamente, la realidad nos sobrepasa.

Chicas que quieren ser las más guapas porque se sienten feas, las que tienen novios golpeadores o controladores porque sin alguien más se sienten solas, las que posan mejor en el Instagram porque si no lo hacen, no se ven, la que dice «sí» aunque se muera por decir «no»…. Para ser sincera, también en los hombres aplica lo mismo…

Chicos que prueban su fuerza con más litros de alcohol porque usarla para lograr sueños o deseos auténticos, ¡guaj, qué flojera… O qué miedo! En ambos casos, las drogas son una cotidianidad.

Bien, y los padres a todo esto, ¿dónde están?

No lo sé de cierto. Unos trabajando, otros lejos, otros abandonando, unos más buscando dejándose ser exclusivos para la pareja. Los hay que hacen lo que pueden y otros lo que quieren. También están los abuelos en el lugar de los padres. Todos, al final, son el espejo donde los hijos se reflejan. Y si ahí ven carencia, poca creencia en si mismos y autoconfianza cero, pues eso mismo será lo que vean, ¿no creen?

Creer y confiar en uno mism@ no es una tarea fácil, sobretodo, cuando lo tienes que hacer ya mayorcito. Lo que yo me encuentro son cada vez más adultos a los que no se les ha enseñado a ser ellos mismos, han querido ser otros para caer mejor, para ser vistos o escuchados o, al final, ser tomados en cuenta.

Decía una maestra muy querida: «La primera mitad de la vida te la pasas siendo lo que otros quieren, y la otra mitad, quitándote todo eso para ser tú mismo».

Sería bueno aprender de lo que no nos dieron para empezar a hacer una lista y otorgarnos cada uno de estos aspectos, de poco a poco pero que no hubiera día en que algo que no nos hizo confiar y creer en nosotros mismos, saliera a la luz para poderlo reconocer, integrar y rehacer en algo que nos ayude a no necesitar más de otros que de nuestra propia fuerza interior.

¿Cuán extensa sería tu lista? ¿Cómo harías para reiniciar el camino de creer en ti mism@?

Comparte tu experiencia en psicologapiliquiriz@gmail.com