Hay un libro que hace años fue un best seller, Mujeres que aman demasiado, se llama. En éste, se habla sobre las diversas conductas y manifestaciones que las mujeres llevan a cabo en nombre del amor. Un amor que, sin duda, no es funcional ni saludable, pero lo hemos entendido así, sobretodo, por nuestras carencias no atendidas con las primeras figuras de nuestra vida, que son papá y mamá.
No, no vamos a echarle la culpa a ellos, los que están en sus casas, sus trabajos o el cementerio. No. Se trata de aquello que aprendimos en la observación, en la cotidianidad de nuestra historia de vida, en el día a día; y que, de manera simbólica, esos padres siguen ejerciendo su influencia porque están dentro de nosotros mismos. Y es con ellos que nos formamos nuestra idea de pareja.
En el caso de las mujeres, cómo haya sido nuestra relación con ese padre -aun ausente, por la relevancia de la herencia emocional-, se formará en nuestro interior lo que iremos buscando en las parejas con las que vayamos estableciendo relaciones amorosas. Si no nos reconocieron, no nos dieron un lugar, nos humillaron, nos trataron bien, nos consintieron; nos abandonaron, nos dieron de más o de menos…, todo esos elementos harán una mezcla que, a su vez, formará un «modelo«, que iremos acomodando a los hombres o mujeres con los que nos vinculemos.
¿Qué problema hay con esto?
Que eso que no nos dieron, en lugar de dárnoslo a nosotras mismas, se lo vamos a ir demandando a esas parejas, exigiéndoles como niñas pequeñas que nos vean, que nos escuchen, que nos apoyen o que nos consuelen, porque, precisamente a esa niña que fuiste le hizo falta. No te has dado cuenta que ya ERES una adulta que puede. No. DEBE dárselo, a ella como adulta y a esa niña que lo sigue esperando… Como una maestra me enseñó: «Ser tu propia hija y tu propia madre», porque sino, se seguirá reproduciendo esa misma historia: No me lo dieron- Ahora yo lo doy para que me lo den-No lo logro y no me lo dan-.
Actualmente, las dinámicas familiares, la sociedad y el contexto han cambiado. Sin embargo, pareciera que el autoestima de las personas (incluyo a hombres y mujeres) está supeditado a lo que el otro piense o sienta de ti. No está formado sobre la generación de tu propia concepción porque sigues «esperando» que el otro te ayude a hacerlo. Y lo poco que te da, con eso te quedas, ya que lo diferente representa un gran esfuerzo, y casi nadie quiere dejar sus ganancias secundarias que obtiene de relaciones lastimosas, enojosas, sin sentido, insalubres, violentas, insatisfactorias. Todo mundo quiere una «bonita relación», pero pocos, muy pocos, están dispuestos a hacer el trabajo correspondiente para lograrlo… Incluso porque, y si dejan de sufrir, ¿qué va a ser de ellos?
Por ello, no te escondas ante tu autoestima esté como esté. Dale un lugar, hazle un espacio para que pueda verse, escucharse, tocarse; y con ello, si es nulo o poco, empieces a hacer lo que nunca has hecho por ti: comenzar la preparación para un amarte auténtico, real, desde ti y para ti. Nadie lo va a ser por ti, nadie te va a dar lo que no te des. Eso sí, cuando lo logres, tu campo de visión se ampliará e identificarás a más personas como tú y ahí elegirás a una persona más parecida a ti.
Atrévete a estar en una relación saludable, libre, vital, donde puedas ser tú sin vergüenza, sin menosprecio, sin limitaciones.
Ya sabes: nunca es tarde para regresar a la escuela a aprender… Y la vida es una gran escuela…
Me ha tocado tu publicación, y creo que resonó con fuerza en mi interior. Gracias por compartirlo 🙂
Me gustaMe gusta
Gracias a ti Isabel. Ojalá que te haya ayudado en algo la lectura. Agradezco mucho tu comentario. Saludos!
Me gustaMe gusta