En estos tiempos de desasosiego, la soledad está haciendo mella de muchas personas. ¿Saben qué es lo malo? Que ni aún así, se atreven a pedir lo que necesitan… Están completamente impedidos y no los podemos culpar.
¿Cómo alguien puede pedir un abrazo si nunca lo ha recibido? ¿Cómo una persona puede expresar su deseo de escuchar que alguien le diga que todo estará bien si está «entrenado» para esperar lo peor de los otros? Difícilmente los seres humanos podrán pedir algo que no fue cercano a ellos, y mucho menos, podérselo dar a sí mismos.
Hace tiempo en una plática sobre el efecto de las emociones y las enfermedades, pedí a los asistentes que me respondieran si les gustaban los abrazos y todos respondieron afirmativamente e hice un ejercicio con ellos solicitándoles que me dijeran de quien les gustaba recibir abrazos: papás, hijos, pareja, amigos; fueron las respuestas. Y entonces, les pedí cerrar los ojos y abrazarse. Durante un minuto permanecieron en esa posición. Yo veía sus rostros y percibí cuán difícil estaba siendo la dinámica. Al abrir sus ojos les pregunté cómo se habían sentido y algunas palabras que sonaron, fueron: «me sentí ridículo», «no me la creí», «ya quería que acabará el ejercicio», «no sentí nada»… ¡Vaya respuestas! Pero es así: aprendemos tan bien a no darnos lo que no nos dieron, o dárselo a todos, menos a nosotros mismos. Qué injusto, ¿no creen?
La vida es un asunto serio y muchas veces, harto difícil. Hay momentos en los que nos hace falta cobijarnos en el pecho de alguien y reposar en esa tranquilidad algunos minutos. Saber que ese instante se hace eterno y nos recuperamos para volver a salir al mundo. Todos provenimos de un segundo de amor, y es vital seguirlo sintiendo conforme pasan los años.
Un abrazo marca a la persona para saberse respaldada y sentida. Incluso, es tal el efecto que hasta el cuerpo lo resiente. Vean sino:
Incrementan la liberación de «hormonas felices», proclives a limitar la formación de enfermedades crónico degenerativas.
Reducen el estrés.
Reducen la ansiedad.
Disminuyen la presión arterial.
Alivian el dolor menstrual.
Calman los dolores de cabeza.
Y ante un panorama en el que la soledad nos está acompañando, cabe preguntarse si es necesario, o quizá obligatorio, que esté otra persona conmigo para poder generar todo lo que dice líneas arriba… La verdad es que no. No es requisito fundamental porque no podemos quedarnos sentados esperando que alguien nos proporcione la calidez ni la sensación de tranquilidad. Eso sólo potenciará nuestro stress y nuestra frustración… Entonces, por Dios, ¡date un abrazo! Aprendamos a manifestarnos de manera individual ese cariño, afecto, solidaridad, seguridad a través de tocarnos, de rodear con nuestros brazos a esa persona tan falta de amor, atención y confianza… Puede ser complicado al principio, pero nadie nace experto y mucho menos en el acto más importante de amor, que es el amor a sí mismo. Y no, no es egoísta pensar en darte amor a ti mismo, porque tienes una vida que -al igual que la de otros- también necesita ser colocada en un alto nivel de importancia. Al igual que otros, también requiere sentir que alguien lo acompaña en sus momentos difíciles. Y si allá afuera no hay quien colabore con esta tarea, ¿para qué estás tú contigo mismo?
Si fuiste afortunado y en tu casa hubo demostraciones de afecto sincero a través de un abrazo, continúalo y enséñale a tus cercanos este magnífico aprendizaje. Si fuiste de aquellos que no saben lo qué es, tómalo como un reto personal y aprende a acercarte a ti con suavidad, con un toque ligero, para poco a poco, ir abrazándote con más fuerza.
Dejemos de pensar que sólo el otro puede producir en nosotros el efecto salvador de un abrazo. Quien abre sus brazos hacia sí mismo, provoca un efecto de autocuidado, de autoprotección, de autoseguridad… Y pregunto: ¿No es precisamente lo que necesitamos ahora?
<p value="<amp-fit-text layout="fixed-height" min-font-size="6" max-font-size="72" height="80">Empieza por un <strong>abrazo</strong> a la semana. Y como una dieta contradictoria, entre más te proporciones ese contacto contigo, iniciarás el camino del <strong>buen trato</strong> y la buena compañía, estandartes ambos de la <strong>autoestima</strong>.Empieza por un abrazo a la semana. Y como una dieta contradictoria, entre más te proporciones ese contacto contigo, iniciarás el camino del buen trato y la buena compañía, estandartes ambos de la autoestima.*En la terapia psicológica, una tarea fundamental es aprender a conocer las necesidades de afecto que más hayan hecho mella en la persona… Por las vivencias y por los aprendizajes, los pacientes aprenden a diferenciar que el daño ocasionado por alguien más, no se tiene que seguir replicando continuamente. Aprenden a verse desde otro lugar para comenzar un distinto comportamiento con ellos mismos, y los abrazos a sí mismos, son una pauta de la que se van desprendiendo otras, que ayudarán a que sus recursos personales sean sólidos para enfrentar cualquier situación en su vida.