¿Por qué no puedo terminar con mi ex?

«Terminamos hace un año y para mí fue un desastre porque ella me engañó y fue ella la que me dijo que no quería seguir. Yo dije, va, está bien y así lo dejamos.

Yo luego la stalkeo y me meto de incógnito en sus redes sociales. Leo sus historias y le doy like. Ella también y de vez en cuando me manda un mensaje. El otro día nos vimos y nos besamos. Terminamos en la cama. Me dijo que me extrañaba y yo le dije que también. Quedamos en vernos para cenar, pero me canceló a la mera hora.

El otro día fue cumpleaños de su mamá y la verdad, con la señora me llevé muy bien, y le llamé para felicitarla. Se alegró mucho y yo casi lloro porque me trataron siempre como de la familia y es horrible ya no estar conviviendo con ellos como antes.

Unas dos o tres veces a la semana, le mando un mensaje de buenos días y ella también me pregunta cómo estoy. Es una pendejada, pero yo creo que aunque ya pasó un buen, pienso que un día vamos a regresar, y me siento pésimo y me digo que no va a ser así, que ella ya está haciendo su vida, pero luego me voy a su Instagram y me paso horas viendo todo lo que pone… Ya no quiero estar así, pero la verdad, la amo…»

Esta historia es muchas historias. Son pedazos de vidas de personas que han estado en terapia y que resumen el poder que ejerce en ellas la conclusión de una relación de pareja.

Terminar una relación está más allá de decir «ya no quiero seguir». Terminar una relación significa ponerle fin a un montón de esperanzas, propósitos, sueños, planes y metas. Simboliza, en muchas ocasiones, estar frente a un vacío que parece inacabable y sentir miedo, tristeza, enojo, culpa, vergüenza. Sobre todo, estar en un escenario de incertidumbre y oscuridad, en el que no se ve por ningún sitio, ninguna posibilidad de salida.

Lo anterior en una primera etapa, porque después, frente a la sensación de la perdida, se busca recuperar lo que sea como sea. ¿Por qué? Recordemos que lo desconocido, lo nuevo; se vive como amenaza y el organismo buscará opciones para escapar de ella, a través de algo que le sea familiar. En este caso, lo nuevo representaría enfrentarse a una realidad sin esa persona y lo familiar significaría lo conocido, es decir, el individuo con el que conformamos un vínculo amoroso. Por esto es que las relaciones terminan, pero sólo en apariencia.

En otros tiempos, había pocas o nulas posibilidades de que, una vez terminada una relación amorosa, pudiéramos seguir en contacto. Hoy en día, las múltiples formas de comunicación, hacen complejo el cero contacto. Como se comentó en el párrafo anterior, están las redes sociales, internet, apps para ubicación de personas; creación de perfiles que ocultan nuestra identidad, y que pueden dificultar la distancia o el contacto con la persona con la que rompimos. Es decir, hay muchos estímulos que promueven la continua comunicación entre personas, y que, sin duda, ponen a la gente en una paradoja: «quiero dejar de estar aquí, pero no hay manera de no estar aquí».

Hay que ver que somos secuestrados por un montón de mecanismos que nos imposibilitan no continuar en contacto con esa persona, sin embargo, hay que tomar postura ante esa condición y generar acciones de resistencia que contribuyan con un mejor estar. Una opción es ponerse tiempos fuera, por ejemplo, un día sin estar en contacto, luego dos días, posteriormente, una semana… Y se valen las recaídas, lo que no se vale es desistir.

Todo proceso de pérdida (en este caso, es una pérdida simbólica) lleva tiempo y por más prisa que se tenga, no concluirá hasta que se viva el miedo, la tristeza y el enojo; entre otras emociones que resultan del propio vínculo y de las experiencias vividas.

Si quieren terminar con su ex, no busquen lo «malo» de ésta. Eso hará que lo nuevo y diferente se siga viviendo como una amenaza y se «antojará» mucho más el seguir estando en esa relación, por más problemática, violenta o insatisfactoria que sea. Busquen tener agencia personal para hacerle frente a la experiencia del dolor y el vacío. Recuperar sus saberes, aquellos que llevaron a cabo ante otras situaciones de pérdidas (¿se les ha muerto una mascota? ¿Cómo le hicieron para salir avante de esta experiencia dolorosa? ¿Han perdido un trabajo, una casa, a una persona como un abuelo, un padre? ¿Qué tuvieron qué hacer para enfrentar la vida sin ese objeto y/o esa persona?) porque todos hemos pasado por situaciones de pérdida y hemos podido salir avante, y es en este punto en el que hay que poner atención.

Finalmente, recupero una idea que capturé en un video: «vivamos la experiencia para aprender cómo sortearla. Sino la vivimos, nunca aprenderemos a saber nuestros recursos y cómo utilizarlos».

Tiempo atrás

No es sólo ficción. El tiempo puede cambiar de un momento a otro.

Emocionalmente, una persona puede estar reviviendo continuamente un suceso acontecido años atrás, tal como si le estuviera pasando por primera vez. El impacto producido tiene tal efecto, que sino fue resuelto en esa primera ocasión, estará resonando en su vida por muchos años.

Las personas suelen no recordar aquéllos sucesos en donde el miedo, la tristeza, el enojo o la angustia; hayan estado presentes. En su mente se fijan más los eventos en los que haya abundado la alegría. Esto es, en más de una ocasión, la forma en la cual nuestro cerebro ayuda a la memoria, a protegerse del dolor, de la tristeza y hasta del terror vivido.

Lo complicado viene cuando, al llegar a la vida adulta, algo se presenta para hacernos sentir (nuevamente) esas mismas emociones. Puede ser una pelea con la pareja; un despido del trabajo, una enfermedad, una discusión con nuestros padres o la relación que llevemos con algún jefe o compañero de trabajo. Y esa situación «despierta» lo que ya aconteció en algún momento.

Quizá no lo asociemos porque nos hemos dispuesto a dejar ese recuerdo en el olvido. Pero dentro de ese recuerdo viven aún aquellos niños solos, abandonados, no amados o no reconocidos. Quizá que estén sufriendo porque no ocupan un lugar importante, o porque están pasando por experiencias dolorosas o traumáticas. Ellos habitan en los adultos que son ahora y mientras sus necesidades emocionales no sean atendidas; depositarán en otras personas lo que les fue negado por sus padres, llevando esta representación a las personas con las que se vinculen.

Un ejemplo lo podemos explicar a través de lo siguiente:

Si un niño no fue amado y considerado por sus padres, o fue llenado de regalos y objetos, pero no contó con la presencia emocional de ambos; esta necesidad no cubierta la va a seguir buscando en la persona con la que establezca una relación amorosa. A él o ella le va a «exigir» que le dé ese cariño o esa atención, lo cual generará pleitos y peleas, porque no es a la pareja la que podrá satisfacerla, y aunque suene contradictorio, tampoco esos padres. ¿Por qué? Porque ellos dieron lo que pudieron, y muchas veces, fue poco. Como me han enseñado: «ese padre o madre sino dio, no da y no dará». ¿Cruel? ¿Doloroso? Sin duda, pero es mil veces mejor trabajar por aceptarlo; para- y ahí viene el trabajo personal- construirse un papá y una mamá que sí satisfagan dichas necesidades. Que sí provean de todo aquello que hizo falta: respeto, seguridad, confianza, amor, etc.

Los padres que vivenciamos están dentro de nuestros pensamientos, emociones, conductas y actitudes. Se formaron por lo que vivimos con los padres reales. Quizá a ti nunca te pegaron tus papás pero también sentiste miedo como tu hermano al que sí golpearon porque fuiste testigo de esa violencia. Cada vez que escuchabas que lo regañaban por no hacer bien la tarea, sabías que vendrían los golpes; por lo que «te preparaste» para evitar esos golpes al apurarte mucho con tus trabajos escolares. Quizá hasta subiste de calificaciones… Ahora que eres un adulto y un jefe te deja una tarea, te apuras con el mismo miedo, no «vaya a ser que venga papá y te pegue», podría ser la frase que te recuerda ese suceso…

Nunca es tarde para ayudar a esos pequeños con miedo o tristes. Es muy importante darles un lugar y escucharles. Entender que sus necesidades no son las nuestras, pues ellos siguen en ese lugar y en esa época. Se han detenido ahí porque no pierden la esperanza que alguien llegue a rescatarlos. De ahí que tú seas esa persona a la que le toque la responsabilidad de cuidar y de amar a ese pequeño que llevas dentro de ti.

Recuerda, los fantasmas sí existen: se llaman asuntos no resueltos con tu vida. Así que no te asustes, mejor hazles un lugarcito y déjales que te cuenten lo que necesitan.

Hartos de todo

… Pero no hacemos nada…

Nos lamentamos, nos quejamos, nos llenamos de miedos; pero no hacemos nada diferente para lograr lo que deseamos. Somos los reyes del boicoteo y de quedarnos en el mismo lugar… Quizá porque nos da miedo «perder» la comodidad del sufrimiento. Hacer una buena vida es un reto y muchos no lo queremos, corrijo, pensamos que no lo podemos hacer.

¿Por qué cuesta tanto trabajo el cambio?… Porque lo hemos concebido como un acto de magia más que como un acto cotidiano, un día a día.

Tenemos una mala relación de pareja y pensamos que sólo con decir «lo siento», no va a volver a suceder y no, no es así. Los problemas de pareja muchas veces tienen que ver con asuntos no resueltos con las primeras figuras con las que convivimos que son nuestros padres. Asuntos no resueltos con esa relación pueden estar impactando en nuestra pareja actual o en la forma en la que nos relacionamos amorosamente. Sino vamos de nuevo a ver en dónde surgió y con quién surgió el problema, dicha situación, patrón o forma, pueden seguirse presentando indefinidamente…

Pero no todos quieren «regresar» el tiempo y volver a vivir lo que en muchos casos escucho esta frase: «ya no vale la pena remover el pasado», y por dicha razón es que seguimos manejando problemas con características similares a esos eventos en lo que nuestros padres participaron.

De acuerdo. Ya no somos unos niños y debemos actuar como adultos. Sí, siempre y cuando no les debamos nada a esos niños o adolescentes que alguna vez fuimos.  ¿Te has puesto a pensar si ellos aún necesitan lo que no les dieron: un abrazo, una disculpa, una mirada, un respeto, una presencia positiva, tomar de su mano…?

Vamos a un trabajo en el que no avanzamos, no destacamos, no nos pagan lo que necesitamos; y lo peor, no creemos ser suficientes y por ello, nos matamos trabajando para que nos vean y nos reconozcan. Y dejamos de descansar, de comer, de convivir con nuestra familia y hasta nos olvidamos de nuestros gustos y aficiones. Todo por un trabajo mal pagado en el que, a fuerza, queremos seguir perteneciendo. ¿Por qué? Porque posiblemente signifique este trabajo el encuentro sin éxito del reconocimiento que papá o mamá no dieron y que, de eso se trata la terapia, ese niño pueda reclamar a esos padres que anda cargando todos los días y que no lo dejan vivir en paz, para que crezca finalmente el adulto dándose todo aquello que no supieron darle. Sin embargo, una vez más, nos aferráremos a seguirlo pidiendo al jefe, al director, a la compañía…

En mi experiencia personal y profesional, los problemas un día se te presentan de frente para decirte qué es lo que debes hacer para solucionarlos, pero esto implica responsabilidad, disciplina y compromiso con nosotros mismos: nuestras emociones, nuestros recuerdos, nuestros miedos y nuestros recursos para salir adelante. Y ahí radica la diferencia: Habemos personas que sentimos que ya hemos sufrido lo suficiente como para volver a sufrir, pero eso es una creencia errónea. El cambio sí es doloroso porque nos saca de nuestra zona conocida y nos ubica en un terrenos que da miedo, desconfianza e inseguridad. Y precisamente ir hacia este lugar es lo que nos dará, al final, la resolución de nuestros problemas desde su raíz, y no como simples recetas de cocina.

Ir al fondo de los problemas implica un entrenamiento de vida, del día a día, en el que, claro que no siempre hay ganas o firmeza, pero al otro uno se recupera y sigue hasta que alcanza lo que necesita para ser libre, pleno, feliz. Y ahí está la diferencia con el acto de magia que muchos esperan. El cambio es notorio con el tiempo, no en la inmediatez, al menos el cambio profundo y el que vale la pena.

Así que intenta hacer este ejercicio: piensa en un suceso que te haya impactado de niño y trata de recordar lo que sentiste en ese momento… ¿Qué te hubiera ayudado: un abrazo, una palabra dulce, un beso suave, que te defendiera alguien, que alguien te hubiera dicho: «todo va a estar bien»…?¿ No es algo que aún hoy te haga falta en ocasiones donde has sentido lo mismo que ese momento en tu infancia?

Ojalá que puedas darle a ese niño o niña lo que aún hoy demanda.

Muero de amor

Literal.

Las parejas actualmente, sobretodo, las formadas por personas de menos de 30 años, mueren de amor cuando una relación se termina. Deja de tener sentido la existencia y se olvida alimento, trabajo, familia, amigos.

Nos hemos colocado tanto en que vivir en pareja es la regla, que ya no importa quién sea, el asunto es «tener» una. Entonces, no elegimos, nos eligen, y nos ponemos lentes oscuros para no ver a la persona tal cual es, sino, como queremos que sea. El asunto es no «estar solo». Claro está que cuando pasa el tiempo, se abre el libro completo y llegamos a la parte truculenta, la que ya no nos gusta o nos aburre, nos molesta o nos exaspera.

En ese sentido, hay que decir que la parte que selecciona al individuo con quien nos vamos a relacionar es la parte de la «falta». Me explico: todos en algún momento de nuestra infancia somos un rompecabezas completo, no nos falta ninguna pieza. Al ir creciendo, adquiriendo experiencias y vivenciando sucesos, vamos «perdiendo» algunas de esas piezas. Algunas o muchas pero al final, no nos damos cuenta que a nuestro rompecabezas de 5000 piezas, ya le hacen falta como 100. ¿Qué hacemos? Vamos viendo quien las tiene. Es como si dijéramos: ¡Ah, ya vi quien me puede prestar las piezas de la valentía, la fuerza, la comprensión, la seguridad; que se me perdieron! Y entonces, nos unimos a quien creemos que tiene todo aquéllo que yo perdí.

Y vamos muy orondos presumiendo: «Miren, les presento a mi fuerza, mi valor, mi seguridad…». Pero no es así.

Todo eso que vemos en las personas con las que nos relacionamos románticamente, y que al principio sólo alcanzamos a ver «lo bueno», todo eso es nuestro. Siempre lo hemos tenido pero es más fácil verlo en los otros que en uno mismo.

Cuando yo llego a preguntar quién es la persona más importante en sus vidas, la respuesta es mamá, papá, pareja, hijos; pero nunca responden: YO MISMO. Es como si ponernos en primer lugar de nuestra vida fuera algo malo o negativo. De más está decir que cuando les pregunto quién se abraza diariamente a si mismo, las plantas rodadoras del desierto comienzan a pasar…

Entonces, si para alguien la persona más importante de su vida es el otro, suena lógico que le coloque a ésta todas aquellas características que no ve en sí mismo pero que la fuerza del tiempo y la convivencia harán que se asomen con fuerza para hacerle entender que no es solamente el otro quien las carga.

Cuando se termina una relación, se siente y se piensa que la otra persona se lleva todo y nos deja vacíos. Sí, porque le regalamos lo que, desde un inicio, es nuestro. Y nos aferramos a creer que tiene que regresar para volvérnoslo a dar. Nos angustiamos, nos enojamos, nos desesperamos; no podemos dormir ni comer ni estar en paz. Hay una voz que nos dice: «¡aquí estoy, aquí está todo lo que te hace falta!», pero nada… Pasamos de largo ante ella porque no hemos reconocido que es nuestra.

Y esa voz se va a empezar a manifestar corporalmente a través de la ansiedad. ¿Por qué? Porque la ansiedad es un llamado a vernos, escucharnos, sentirnos, tocarnos, olernos y hasta saborearnos simbólica y emocionalmente. Sin embargo, a muchos no les importara porque van a seguir buscando en el otro lo que no se han dado a si mismos.

Y he visto la desesperación, la angustia y el enojo porque la otra persona vuelva para colocarnos nuevamente las piezas del rompecabezas y sentirnos «completos». Una manera muy endeble de procurarnos entonces la fuerza, la seguridad y el valor que no hemos procurado para nuestra vida.

Si continuamos otorgando nuestro ser al otro, nos vamos a quedar sin nada y si nos convertimos en nada, nos invilizáremos de tal forma, que no existiremos para nadie…, ni para nosotros mismos.

Y es curioso, en la canción de Miguel Bosé dice: «Morir de amor es quedarte sin tu luz, es perderte en un momento». Y quizá llegue alguien a darnos luz pero no será más que esporádico o momentáneo que esa luz nos alumbre porque no habremos entendido nada…

Vaya, quien diría que Miguel Bosé tendría la razón…

Crédito foto:  Ryoji Iwata

 

Las redes sociales y el amor

O el amor en los tiempos de pantallas y aplicaciones…

En ambos casos, el título parece que anuncia una realidad cada vez más constante y con ganas de quedarse para siempre sino nos ponemos un alto.

¿A qué me refiero?

Echen ojo:

«Tomé su celular cuando se paró a recibir la comida que habíamos encargado. Ahí fue donde vi que se mensajeaba con una mujer. Eran mensajes muy subidos de color, como que ambos se coqueteaban. Cuando regresó, le reclamé y lo negó todo. Se molestó porque había revisado su celular y eso me encabronó más porque a leguas se notaba que me estaba ocultando la verdad…»

«Ya no éramos novios pero habíamos quedado en ser amigos, así que nos seguíamos  en Facebook e Instagram. Un día vi que le daba muchos like a una tipa horrenda y me dio mucho coraje porque a mí me había dicho que no le interesaba nadie. Hice un perfil falso para que ella me aceptará, me hice pasar por hombre y comencé a mandarle mensajes por messenger para luego capturar las pantallas y mandárselas a mi ex. ¿Para qué? Para que vea a su zorra coqueteando con otro y la deje…»

«Yo le dije que nos tuviéramos confianza y que no debía haber secretos entre nosotros, por lo que tenemos las contraseñas del celular del otro y de las redes sociales. Ella sabe lo que yo hago y yo sé con quien charla y quienes son sus contactos… No es por nada pero nos ha servido bastante porque así no hay chance para ponernos el cuerno…»

Los ejemplos anteriores son una situación cada vez más común en la vida de las parejas de hoy en día, sin importar edad o nivel académico o económico en el que se manejen. Es decir, no excluye a nadie porque se relaciona más con faltas en nuestros primeros años que vamos solicitando a nuestras parejas que las satisfagan. De hecho, puede presentarse que ante una figura paterna (en el caso de las mujeres) o materna (para los hombres) intermitente, escasa presencialmente hablando, o bien, fría o violenta; nuestra búsqueda encuentre a personas que también no estén del todo con nosotros. Una manera de repetir la historia de nuestra vida.

La zona conocida se convierte entonces en nuestra cotidianidad,  por lo que no es percibida con claridad. Puede molestar o doler pero eso no es suficiente para moverse de ese lugar, ya que eso «hemos aprendido»: a esperar, a desconfiar, a imaginar escenarios catastróficos y a obtener las migajas que «merece» nuestra poca autoestima.

Si bien la tecnología ha permitido el acercamiento con nuevas personas o el facilitar la comunicación, le hemos concedido todo el poder a un mensaje interpretándolo de acuerdo a lo que nos convenga– pero esta conveniencia deviene de un contexto personal, de acontecimientos vividos y que hemos integrado en nuestro interior para generar una perspectiva individual- así que si la historia nos dice que nos van a fallar, que se van a ir, que no somos suficientes; eso es lo que estaremos construyendo sino aprendemos de las experiencias para salir de esos patrones que nos tienen en relaciones tóxicas, poco saludables o llenas de dolor.

Por otro lado, hay un verbo que se ha traducido al español como «estalquear», derivado del inglés «to stalk» (espiar), que, de acuerdo al portal http://www.concepto.de, se trata de:

Una forma de acoso o espionaje tecnológico, que usualmente se da en el entorno novedoso de las redes sociales y el Internet. En líneas generales, este término se usa para referir a una conducta obsesiva, insistente, empeñada en averiguar lo más posible de una persona(usualmente una antigua pareja o un rival afectivo) a través de sus cuentas en redes sociales, sobre todo las que contienen datos personales: fotografías, mensajes, etc., tales como Facebook, Instagram, etc., dedicando a ello gran cantidad de tiempo y atención.

Fuente: https://concepto.de/stalkear/#ixzz5pFDn2chE

Este acoso se confunde con la necesidad de saber del otro porque se nos ha enseñado que el otro es más importante que uno mismo. Suena a clases de pensamiento positivo, pero sin nosotros no existiríamos. ¿Lo mismo sucedería si los demás se van de nuestra vida?

No es exagerado considerar que ante un bajo nivel de tolerancia a la frustración, los chavos de menos de 20 (y acá entre nos, de 30, 40, 50 y más) intenten por todos los medios asegurar que sus parejas van a estar ahí por siempre, ya que, de no ser así, la vida se acaba. Y en algunos casos es así.

¿Qué hacer?

  1. Aprender a confiar en uno mismo. Falta creer en que uno es más importante que el otro. Entender que si yo me doy eso que tanto busco que el otro me lo dé, no intentaré desesperadamente que se quede a mi lado.
  2. Incrementar nuestro autoestima. Hacer más acciones en beneficio de uno mismo. El tiempo que ocupamos en estalquear, utilizarlo en esos proyectos o deseos que, vistos a futuro, serían importantes para sentirnos felices. Si nos imponemos a nuestros deseos, el tiempo no se ocupará en saber dónde o con quién está la pareja. Y si eso sucede, estaremos tan ocupados en nuestro bienestar, que se nos pasará pronto.
  3. Conocer nuestra historia personal para no repetirla. Los patrones o modelos de comportamiento de nuestras familias de origen (tanto del lado materno como paterno) nos pueden dar mucha información para completar el rompecabezas de nuestra existencia. Puede ser que desde la bisabuela, las mujeres «tengan» que perseguir a los hombres, o que el abuelo haya dejado como mensaje a los hombres de su familia que «nunca» haya que confiar en las mujeres. Pedir información da la posibilidad de evitar seguir esos mensajes otra generación más.
  4. Ponerte al frente de tu vida. Haz una lista de que cosas han hecho esas parejas por ti, que te han dado, y luego revisa que de todo eso tú te das a ti mismo. Cambia la lista y ponla de tu lado porque, al final, nadie hará por ti lo que no hagas por ti mismo.
  5. Ve al encuentro de ayuda profesional. Una vida no se cambia de la noche a la mañana pero, ¿no te gustaría dejar de sufrir y acongojarte en tus relaciones de pareja? ¿No sería bueno que salieras a la calle sin que esos pensamientos de desconfianza te dominen? O sentir que no necesitas seguir a nadie a todos lados ni tampoco que te siga? ¿Amar confiando en ti más que en el otro? Entonces, busca un profesional para que te oriente al respecto. Hay para todos los gustos y bolsillos, sea de paso.

Acércate a una buena vida.

¡Hasta la próxima!

10 consejos para lograr una buena pareja

¿Urgid@ porque llegue a tu vida una pareja como la de tus amigos? Pasa el tiempo y no ves que llegue el/la buen@? ¿Haz intentado de todo y nada? ¿Tus galan@es dan pena ajena?

A continuación los 10 consejos para lograr una buena pareja:

  1. Revisa tu autoestima.  Sin seguridad en ti mismo, sin autorespeto, sin amor propio; será difícil que alguien pueda hacer contigo una buena relación.
  2. Arréglate desde dentro. No todo es mantener un cuerpo esbelto, ganar lana, tener un alto puesto en el trabajo, estrenar auto cada año, viajar por todo el mundo, o sonreír con tus dientes perfectos pero lleno de infelicidad y de frustración. Date una manita de gato a través de conocerte, pero,  ¡en serio! Con todos tus recovecos y sin esconder tus habilidades y miedos. Todo ello te hará un ser humano completo, capaz de no andar solicitando «medias naranjas», sino complementos de vida.
  3. Llénate. Con todo lo que necesitas para que no andes pidiendo a otro que lo haga por ti. ¿Necesitas reconocimiento? ¡Dátelo! ¿Te urge un apapacho? ¡Dátelo! ¿Quieres apoyo? ¡Vas con todo: dátelo!
  4. Ni mamá ni papá. Aprendemos a relacionarnos con otras personas gracias a lo aprendido en casa. A veces, si te pones trucha, verás que haces o dices cosas que papá o mamá hacían con su pareja. Y también podemos ir por la vida queriendo hacerla de papá o de mamá con nuestr@s novi@s. Ojo: no está mal servirle el café de vez en vez pero de eso a pagarles la tarjeta de crédito, curarles la cruda, conseguirles trabajo o enfrentar sus problemas, ¡aguas!
  5. Espejito, espejito. Hay una frase que de tan trillada, ya nadie le hace caso: «si te choca, te checa». Cuando nos emparejamos, vamos acompañados (simbólicamente) de un espejo en el que proyectamos todo aquello que no acepto de mí, porque me es difícil creerlo, lo rechazo, no me gusta o lo desconozco. Si trabajas en tu persona, verás que lo mamón, abusivo, grosero, asqueroso, vulgar, inteligente, valiente, sagaz, cariñoso…, de tus novi@os, no sólo él o ella lo tienen…
  6. Invierte en ti. Hace tiempo una persona a la que estimo me decía que había valido la pena haber pagado terapia por tres años en lugar de seguirle pagando a sus parejas desde las multas de tránsito, hasta las vacaciones. Ya se había dado cuenta que «pagaba» porque se quedaran con ella pues no se sentía ni valiosa ni importante. Así que no malgastes tu lana en comprar regalos, en tenerl@ content@ con un viaje a Cancún todo pagado o en pagarle la universidad para que no te de pena presentarlo con tu familia. Mejor usa ese dinero en  una terapia eficaz  que te enseñe a verte con todo tu potencial.
  7. Ocúpate. Muchas personas utilizan su tiempo y su energía en preguntarse por qué no han encontrado a esa pareja tan soñada. Van a comer y se cuestionan lo que han tenido o dado de más o de menos. Se ven con los amigos y cuentan el mundo cruel en el cual viven porque no duran con sus parejas o, ¡nada más no encuentran!  O ven con envidia y tristeza a la gente que anda de la mano con alguien… ¡Y no se ocupan de sí mismos! Hay una frase que me encanta: «La mejor manera de encontrar es no buscar». Y queda como anillo al dedo a este tema, ¿o no?
  8. Aprende. De ti y de los demás. De tus exparejas que son grandes maestros. No repartas culpas, responsabilízate de lo que hiciste bien, mal, de más y de menos; y llévate ese aprendizaje a tu siguiente relación. Si lo que hiciste de más como comprarle un traje de $10,000.00 en la segunda cita, ahora transfórmalo y ponte un alto. Si no resistes regalar algo, ¡regálate tú algo primero!
  9. Se tú. Siempre. Si no quieres tener hijos, que sea por ti, no porque los otros no quieran. Si te gusta el hard rock y no la cumbia, no cambies por darle gusto a otro. A alguien- primero a ti, primero a ti– le gustarás con tus gustos raros, con tu barriga, con tu cutis graso, con tu manía por la limpieza, con tu ser tierno, con tus miedos, con tus arrugas, pero (ya lo señalé antes) primero gústate tú para que le gustes a alguien.
  10. Ábrete al mundo. Hace tiempo una mujer que conozco me dijo que tenía ganas de tener una pareja y que había un compañero en su clase de maestría que le echaba el can pero estaba más chaparrito que ella y eso era un IMPEDIMENTO para no hacerle caso. Literal. Recuerda que «la vida no nos da lo que queremos, sino lo que necesitamos».

Ojalá que estos 10 consejos te ayuden a hacer pareja con la primera persona con la que es vital hacerla: contigo mism@. Si después viene alguien y se asoma por tu vida, te dará gusto comprobar que el trabajo que hiciste por ti trajo como consecuencia que alguien más se diera cuenta de lo valioso, diferente, único que eres.