Vivir de la ansiedad

Cuando tomamos responsabilidades tales como: adquirir una casa, comprar un auto, pagarnos una carrera universitaria, pedir un préstamo bancario, viajar solos, tener un hijo, casarnos…, la vida puede tornarse como un gran ogro que nos quiere comer.

La palabra ansiedad viene del latín anxietas, anxietatis, derivado del adjetivo latino anxius (angustiado, ansioso). Este adjetivo se relaciona con el verbo angere (estrechar, oprimir), de cuya raíz también nos vienen otras palabras de origen latino como ansia, angina, angosto, angustia y congoja.

Por ello, la adultez puede representar una entrada estrecha en la que nos dan la bienvenida a un lugar con un sinfín de obligaciones y responsabilidades. A muchos nos abruma la idea de que se acabe el trabajo, que haya menos clientes, que venga una crisis económica y se devalúe el peso; que nos corran del lugar donde hemos estado los últimos 10 años; que el hijo crezca y se inicie en las drogas; que nos enfermemos de algo que no  podamos cubrir, que nos asalten afuera del banco; que se muera nuestra pareja, que nos hagamos viejos y que no haya nadie que nos cuide…, y así una inmensa lista de ideas que se insertan en nuestra mente y que no nos dejan dormir en paz.

Precisamente, la mente juega un papel muy importante en el marco de la ansiedad porque se instala sobre una base de fantasías y pensamientos catastróficos que -muchas veces- no suceden ni sucederán pero que, al “anticiparlos” sólo provocamos descontrol y caos mental que nos lleva a correr sin forma ni fondo. Es decir, usamos de alguna manera el pensamiento para desviarnos de las acciones que necesitamos hacer para, por ejemplo, no perder el empleo o pasar ese examen.

Si nos anticipamos a algo que aún no sucede, nos desconcentramos de lo que en realidad tendríamos que hacer.  ¿Por qué hacemos esto? Para solicitar ayuda sin pedirla de manera directa, para impedirnos un camino de éxito y prosperidad, para que nos acompañen o lo hagan por nosotros, para victimizarnos y así justificar que no logremos alguna meta, “hacer” que los hijos se queden o permanezcan con nosotros, para no irnos, para no movernos…

La ansiedad incluso puede manifestarse en nuestro cuerpo para darnos un aviso de estar malgastando nuestra energía en un sinsentido. Un mensaje de “ponte a hacer lo que necesitas para lograr lo que en realidad deseas”. Sin embargo, los adultos comúnmente nos llenamos de ansiedad por tantas obligaciones, de las cuales, al enlistarlas del 1 al 10, podríamos estratégicamente ocupar tiempo, esfuerzo y hasta dinero, en realizarlas una por una, hasta llegar a un vida más equilibrada, con más orden y por ende, más plena. Sigue leyendo

Dejar de fantasear

A mis 44 años, dejé de soñar.

Me guiaba de sueños sin realizar por miedo a afrontar la realidad. Aún hoy tengo miedo de que me digan un no, o no conseguir lo que quiero. Ahora pienso que la infancia casi nunca nos abandona y regresamos a ella en formas insospechadas, con tal de no ser adultos con responsabilidades y obligaciones, incluso, la de crecer.

Por fortuna, existen los psicólogos que le ponen a uno, su pasado, su presente y su futuro al mismo tiempo; y sin tiempo de acobardarnos, nos  ponen sobre la mesa lo que viene si seguimos haciéndonos tontos escondiéndonos detrás de nuestras fantasías, que, por seguirlas, se nos han ido oportunidades y mejores realidades. Llegó la hora de darles las gracias y caminar en este mundo de haceres y deberes.

Hoy voy en búsqueda de algo que he querido siempre y que sólo acercándome a la gente, siendo humilde y empezando de cero, voy a ver cumplido. El camino se hace de mil caminos que un día cambian de dirección y de paisaje. El que me toca a mí hoy trae luz de sol y muchas puertas por abrir.

Parece difícil porque no nos enseñan a andar con nosotros mismos ya de mayorcitos. Siempre andamos viendo quién hace por uno o quién nos sigue cargando y ya no es posible. Hora de poner los pies sobre el suelo y trabajar por aquéllo que deseamos con el corazón: En mi caso, ganarme la vida al ser independientemente feliz con la psicoterapia y la mentoría en comunicación que emprendo desde un lugar de principiante nerviosa, de un no saber y de una angustia que me estruja el corazón.

Pretendí hacerlo desde un lugar que aún no me correspondía, por ello, me agradezco y le agradezco a mis mujeres del futuro, que hoy se presentan ante mí para darme la fuerza que todas las mujeres necesitamos en algún momento de la vida para saber que no estamos solas en el deseo de una vida de calidad, tranquilidad y libertad.

Aquí empezamos esta historia con pies descalzos…