La importancia de enfermarse

Hasta hace tiempo… Miento: en diciembre del año pasado, me enfermé de una gripa lo bastante fuerte como para ir con dos doctores de los llamados «similares» y terminar con un vecino, doctor de los que conocemos como «los de antes». En fin, tres semanas después y una buena lana gastada en medicamentos; mi cuerpo comenzó a despertar y a reclamarme porque me tardé para entender lo que venía diciendo con antelación.

¿A qué me refiero?

Las personas somos entes químicos, además de sociales y espirituales. Somos energía y masa, y habitamos un espacio. Todo se mueve, al mismo tiempo, cuando vivimos alguna situación de alerta, de miedo, de enojo, de tristeza o alegría. No podemos separar nuestro cuerpo de nuestra mente ni tampoco limitar lo que nos dicen con nuestras acciones, pensamientos y emociones.

A veces tenemos la idea de poderlo controlar todo o decimos-bastante seguido, por cierto- «no pasa nada», «sino le hago caso, no me duele»…, ante cualquier molestia o cambio corporal que notamos…. Decía una ginecóloga: «aquí las mujeres vienen porque se ve mal, huele mal o duele». Y más o menos así funcionamos las personas.

Es así que nuestro cuerpo reacciona, avisa, se pone como defensa, manifiesta, se impone; ante circunstancias emocionales que no hemos podido entender y que muy sabiamente, las traslada a algún órgano o parte de él para que revisemos qué sucede en nuestra vida, no sólo de hoy sino de muchos años atrás, incluso de generaciones pasadas.

En una búsqueda por internet, encontré al menos 10 sitios con información sobre «emociones y enfermedad», lo cual puede suponer la importancia que cada vez más tiene el vínculo entre lo que nos sucede o nos pasó en algún momento de la vida, y sus manifestaciones en el cuerpo a través de enfermedades o dolencias que suceden con frecuencia, tanta que ya hasta sabemos «cuándo nos vamos a enfermar».

Lo que nos falta hacer aún es trabajar aún más sobre los mensajes personalizados que nos envían las enfermedades, dolencias, síntomas, accidentes.., porque cada uno es un ser individual y no siempre- como dicen algunos sitios- la garganta nos duele por no decir o la espalda nos molesta porque andamos cargados de un peso extra. Lo que nos quieren decir se debe entender como algo que nos hace falta, o estamos haciendo de más; que nos lastima y no lo hemos conseguido solucionar, lo que nos hicieron y ni siquiera lo tenemos identificado…, infinidad de mensajes que se cifran a través de la sintomatología y por lo que se debe revisar cada caso de forma personal, sin recetas de cocina.

¿Por qué es importante?

Porque estamos inundados de medicamentos que «matan» el mensaje sin siquiera poderlo ver o escuchar, por ello se presentan continuas manifestaciones, a veces con más poder, que nos impiden alcanzar una buena vida en todos sentidos.

Si bien yo no recomiendo dejar de ir al doctor o cancelar los tratamientos alópatas, homeópatas o naturistas; mi rama es revisar las dinámicas familiares, el contexto, la historia de cada persona, para ayudarlas a identificar qué es lo que nos está «diciendo» ese salpullido, esa tos, esa cortadura, esa fractura que no se compone, esa colitis, gastritis, migraña y así una infinidad de elementos que toma el cuerpo para decirnos: «veme…, escúchame…, óyeme…»

Ojalá que más psicólogos profundicemos de manera seria este tema y nos ayudemos, primero a nosotros mismos, y luego a nuestros pacientes a descifrar estos mensajes que potencien la salud de más personas, sin tener que usar más calmantes, desinflamantes, descongestionantes, antibióticos, relajantes musculares, etc.

El próximo 27 de octubre a las 10 de la mañana, ofreceré una charla sobre la relación entre dinámicas familiares, emociones y enfermedades. Se realizará en el Laberinto Cultural SantaMA, ubicado en Jaime Torres Bodet 259, Col. Santa María la Ribera, Ciudad de México. Si deseas acompañarnos, confirma al 55 1016 8262. Por cierto, ¡es  gratis!

…Por último: los mensajes que mi gripa decembrina me dejó, fueron:

  1. No quería ver que un ciclo se terminaba porque me daba miedo aceptar lo que vendría.
  2. Era la manera en que yo estaba en contacto conmigo, y lo que me situaba de nuevo en una infancia en la cual mi madre me cuidaba… Lo que decía mi cuerpo era: «ya te puedes cuidar a ti misma y te puedes dar el descanso que necesitas…»
  3. No quería estar en un lugar y esa fue mi manera de decir: «no quiero ir».

Abramos los sentidos para que más entendimiento, comprensión, responsabilidad, autonomía, límites, capacidad, acción y compromiso; entren en el cuerpo antes que más medicina lo haga y calle lo que nos quiere decir.