Cuentan que hace mucho tiempo en un pueblo lejano, vivieron Encierro y Rechazo. Ambos habían nacido en la misma fecha y casi al mismo tiempo.
Aunque habían crecido en el mismo lugar, no eran muy amigos, se podría decir que eran simples conocidos.
A Encierro le habían puesto ese nombre porque a su mamá le había llamado la atención lo que quería decir: «ponerlo bajo llave para que no pueda salir»; y le pareció adecuado para su primer y único hijo, mientras que a Rechazo, su nombre había sido elegido por sus dos significados: «recazar e insistir en adueñarse». A nadie le pareció entonces, sin embargo, lo opuesto de sus nombres los harían muy conocidos tiempo después.
A Encierro su mamá lo cuidaba demasiado, y cuando digo cuidar demasiado no falto a la verdad. Si ella tenía frío, corría a ponerle suéter a su hijo. Si tenía calor, iba hasta donde estaba para refrescarlo con un vaso de limonada con hielo. Si oía que respiraba un poco más rápido por un mal sueño, ella pasaba la noche en vela vigilando que no fuera a pasarle nada malo. En la escuela, lo acompañó hasta la universidad, y pudo seguirlo haciendo sino es porque Encierro ya no quiso seguir estudiando; y ella estuvo de acuerdo, porque así iba a «estar más seguro en casa».
Y ahí también estaba el contraste: Rechazo era más que un fantasma en su propia casa. Siempre llegaba dando un portazo pero nadie le reclamaba nada. Se portaba irrespetuoso con los maestros a propósito para que lo riñeran y lo llevaran a la Dirección; pero los profesores pasaban de él, casi como que no existiera. Ni se diga a la hora de elegir compañeros para el equipo de basquet de la secundaria, por más que alzaba la mano, Rechazo siempre se quedaba sin equipo y no le quedaba más remedio que quedarse en la banca a ver jugar a sus compañeros.
Encierro aprendió muy bien a saber que el mundo era peligroso y que era mejor quedarse a jugar videojuegos; o a armar rompecabezas en la mesa del comedor. Su mamá le acercaba todo lo que necesitaba y se sentía tranquila cuando lo tenía ahí cerquita a ella. Una y otra vez le hacía ver que afuera existían rateros, violadores, secuestradores; malas personas, y que lo mejor era que ella le ayudara con lo que él necesitaba, que para eso tenía madre.
Al principio, Encierro era muy feliz, sin embargo, cuando fue creciendo, le fueron llamando la atención las chicas y quería invitarlas a salir o conocerlas más, pero ahí estaba mamá en forma de pensamiento que le decía que no se fuera a arriesgar, que era peligroso y comenzó a convencerse de que no estaban tan bonitas, que eran mentirosas o personas en las que no se podía confiar, y poco a poco se fue alejando de ellas hasta el punto que nunca tuvo novia y siempre iba a las fiestas acompañado de su señora madre…, eso cuando salía, porque era bien poco conocido en el pueblo.
Por otro lado, Rechazo buscaba de una y mil formas que los demás en algún momento pusieran su vista en él e hizo de todo: desde lo más tonto hasta lo inverosímil para lograrlo, pero fue contundente el resultado: nadie lo notó, y aquél que pudo de forma distraída hacerlo, sólo fue para mirarle con ojos desaprobatorios o indiferentes. Rechazo se empezó a sentir incómodo con esta situación y algo dentro de él comenzó a ser como una pastilla de Alka Seltzer, poco a poco una burbuja de enojo fue subiendo hasta que su personalidad se transformó y de pasar a ser un chico con aparente tranquilidad, se volvió iracundo y violento, mostrando a diestra y siniestra gritos y golpes; hasta destruir todo lo que se ponía a su alcance. La gente le temía y se escabuía cada vez que lo veía venir.
Un día Rechazo estaba tan obnibulado con su enojo, que no tuvo reparos y destruyó la casa en la que había crecido, la tiró a puro golpe. Su mamá quedó tan asustada que no le quedó más remedio que irse a otra ciudad y no se volvió a saber más de ella. Cuentan que desde entonces, Rechazo se dedicó a destruir familias, casas, personas. Era al mismo tiempo temido y odiado, y nadie nunca supo a ciencia cierta la historia que lo llevó a ser como era. Con el tiempo, Rechazo acabó con la función de su hígado, riñón y corazón; pues siempre estaba puesto para los gritos y los golpes y no hubo cuerpo que resistiera.
En el caso de Encierro, al fallecer su mamá, se quedó solo y como no confiaba en nadie, le daba miedo salir y hacer la compra; por lo que se vio en la necesidad de comer una sola vez al día; y después solo una vez a la semana, hasta que llegó lo inevitable…
Mucho tiempo después pasó algo en el mundo al que llamaron Pandemia, lo que obligó a los seres humanos a meterse a su casa y muchos de ellos, a permanecer solos en el lugar donde se encontraban… No se dieron cuenta, pero de a poco, se fueron notando las presencias de personas parecidas a Encierro y Rechazo… Los fueron descubriendo en Australia, Brasil e Italia. También en México y Canadá; así como en Cuba y en Islandia.
Los nuevos Encierros y Rechazos desconfiaban del mundo, porque también les habían enseñado a hacerlo. Los Rechazos tanto habían necesitado que los de afuera los vieran, que el día que se tuvieron que quedar solos en casa, se volvían locos. Otros explotaron en ira porque se sentían tan dañados desde su infancia que la pandemia sólo vino a ponerles ese espejo otra vez, ya que con la cotidianidad, sus miedos se escondían.
Tantos Encierros y Rechazos crearon otra crisis, pero no sanitaria, sino emocional, pues tuvieron que revivir lo que ya traían en su memoria personal… Algunos buscaron ayuda porque querían encontrar lo que tanto tiempo habían necesitado y les había hecho falta, otros empezaron a hacerse a sí mismos lo que les habían hecho o dejaron que más Encierros y Rechazos vinieran al mundo.
Cuenta la historia que los Encierros y Rechazos no se terminarán jamás porque, de formas visibles o invisibles, los que los crean siguen actuando y lo hacen para que no haya seres humanos auténticos; pues éstos potenciarían la posibilidad de limpiar historias, actualizar creencias limitantes y construir individuos que no continúen con ese mismo camino.
Ojalá que este tiempo pueda darnos a todos un final distinto a Encierro y Rechazo.