Los cambios no son rápidos ni fáciles, si se quiere realmente vivir una diferencia.
El asunto es que un día nos damos cuenta de que una situación nos tiene ya hasta la coronilla y nos la queremos quitar de inmediato como cuando nos toma la lluvia por sorpresa y llegamos a casa a cambiarnos de ropa para sentirnos otra vez calientitos y cómodos. Con las personas no pasa lo mismo.
Al vincularnos con otros, damos y recibimos, nos contactamos; y en ello puede que sintamos que damos de más o de menos a diferencia de lo que recibimos, o bien, que en ese contacto no nos sentimos cómodos, o a lo mejor, hasta molestos o lastimados. Y ahí vienen los problemas.
Generalmente cuando uno está harto de una situación es porque ya ha transcurrido tiempo y es cuando uno pide ayuda, sin embargo, no siempre estamos dispuestos a pagar un precio por la solución.
Estamos a veces tan acostumbrados a esa conducta, actitud, idea, emoción o pensamiento, que sólo de pensar en modificarla, mejor nos damos la vuelta. Creemos que no será posible hacer un cambio porque en realidad nos da miedo que alguien se aleje, expresar nuestras emociones y que haya consecuencias; tomar una decisión y que a alguien no le guste o no le convenga (claro está que a nosotros sí), y la que casi nadie queremos reconocer: CAMBIAR SIN CAMBIAR.
El cambio aunque es visto como una oportunidad para hacer una vida de calidad en todos los ámbitos, lleva tiempo, dinero y esfuerzo- dirían por ahí- y como representa hacernos responsables de nuestros actos y sus consecuencias, decimos que sí lo queremos pero no deseamos ni sufrir, ni que nos tome tiempo, ni tomar acciones; y mucho menos invertir en uno mismo para que se lleven a cabo.
¿Ejemplos?
Quien tiene sobrepeso y se queja de esos kilos de más pero a la hora que se entera que debe ir al nutriólogo para que aprenda a comer, al psicólogo para que revise las causas emocionales de su gordura, al gimnasio para que su cuerpo elimine la grasa que está demás, prefiere seguir yendo a comprar talla 44 y comiendo helado por la frustración.
Quien está con una pareja con la que no es feliz ni plena. Se pelean, discuten sin llegar a acuerdos, no se hablan, hay violencia… Al entrar a terapia se da cuenta que los vacíos que tiene no los va a llenar la pareja, que ésta es un espejo de lo que no quiere reconocer o que no le gusta, que se puede aprender de tolerancia, de respeto y de acuerdos con la otra persona pero eso, HAY QUE APRENDER, y entonces mejor no. Mejor me sigo peleando, total, ya estoy acostumbrad@ a ello.
Quien quiere cambiar de carrera o trabajo porque no le satisface, porque no es lo que busca en la vida, porque quiere un cambio. Cuando se entera que hay que echarse un clavado al interior de su persona para encontrar su verdadera pasión, que hay que tomar iniciativas como pulir un CV, atreverse a hablar a alguna empresa o persona con la que se quiera trabajar, quizá ganar menos o trasladarse más lejos, cuando hay que responsabilizarse por ahorrar y por conocer sus habilidades y capacidades; da miedo; entonces, “prefiere” ese trabajo o esa carrera en la que lleva tiempo o en la que se paga “bien” y olvidarse de sueños guajiros.
El cambio, sin duda, es compañero de la responsabilidad, de disciplina y de compromiso CON UNO MISM@. Es el elemento que necesitamos para constatar que sí se puede y que solamente DEPENDE DE UN@ para llevarlo a cabo.
Pero…
Es paso a paso.
Como construir una casa con nuestras propias manos. Porque es eso: AUTOCONSTRUIRNOS.
Darnos cuenta de que al buscar ayuda profesional es un paso que muchos ningunean o consideran que, por el contrario, lo coloca en el lugar de los débiles o los cobardes porque “no pudo sol@”, y es, por mucho, el paso de los más valientes e inteligentes porque se permite la posibilidad de hacer una vida distinta.
Con calma.
Un paso a la vez y así, se verá una casa fantástica donde habitar y estar a gusto en ella…
Qué mejor construcción que la de nuestra casa: NOSOTROS MISM@S.