Eliminar amistades, alejarse de familiares… ¿Por qué es mal visto?

En un país como el nuestro, se considera la amabilidad y el buen trato hacia las demás personas, como un valor que habla muy bien de la persona que lo tiene. Y aprendemos que para «seguir siendo valorados», hay que continuar en vínculos que no son colaborativos con nosotros.

Por otro lado, se representa como un valor el consolidar relaciones de amistad a través del tiempo, y así sea que lo único que una a esas personas sea sólo el tiempo, se le concede importancia. De ahí que ya no nos una nada con nuestros compañeros de la primaria o secundaria; pero seguimos viéndolos o tratándolos porque se configura dentro de aspectos relevantes que la sociedad valora.

Cuando estas relaciones aportan a la vida de la persona, diríamos que no sólo hay que continuarlas, sino mantenerlas. Sin embargo, muchos de estas relaciones se quedan estacionadas en un tiempo que no avanza. Por ejemplo, en algún momento acudió al consultorio una persona que tenía a sus compañeros de la secundaria como contactos en un grupo de Whatsapp y se veían, al menos una vez al año. Cada que se acercaba la reunión, mi consultante tenía ataques de ansiedad, pero, desde esa postura social, preguntaríamos: «¿por qué te estresa verlos si son tus amigos?» La respuesta estaba en algo que para él no era claro en ese momento: el trato que le concedían era el mismo de aquellos tiempos, se burlaban, lo ofendían; y se aprovechaban de sus conocimientos legales para tener asesorías gratuitas. Nadie en ese grupo era un adulto, en realidad. Y lamento decirlo, pero tampoco él porque no se había dado cuenta que el bullying había seguido durante años y que al ponerlo dentro de la relación de amistad, producía un efecto en su cuerpo que lo alertaba para poner un alto a esa situación, pero si socialmente nos felicitan por tener 40 años y aún vernos con los compañeros de los primeros años de vida, ¿cómo vamos a hacer esa diferencia?

Y en los lazos familiares, ya sea de sangre o políticos, se presenta una situación similar. Hay ocasiones en que la relación genera más tensión, nerviosismo, miedo y enojo; que cualquier otro vínculo que se genere en ámbitos laborales o académicos, ya siendo adultos.

Y si una creencia o un valor de nuestro entorno, enaltece que esas relaciones continúen «por el bien de la familia», porque «hace feliz a mamá», o porque: «mira cómo se pone de contento el abuelo cuando ve a todos los nietos reunidos». Y me voy al extremo: se dan casos en que ha habido abuso sexual y las personas se viven obligadas a seguir conviviendo con el perpetrador (un familiar o amigo del entorno cercano) porque lo más que se cuida no es el efecto de ese abuso en la persona, sino, «que no vayamos a hacer sentir mal a papá porque es su hermano (el abusador)»...

¿Qué aprendemos entonces? Que mis emociones, mis valores, mis ideas, mi respeto, mi libertad; estén supeditados a los demás. Y esto es horrible porque coarta la dignidad de las personas.

¿Qué se puede hacer? Depende.

Terminar relaciones de amistad o vínculos familiares es romper con un mito en el que se han formado los valores y las creencias: en el mito de la unión, la solidaridad y el bienestar ajeno. Y hacerlo trae como consecuencia un trance por el que las personas no desean pasar porque el cerebro lo entiende como una exclusión, un sentirse fuera de; y esto se vive como una amenaza a la que nadie quiere entrarle.

Hay gente que negocia con ellos mismos y se da el permiso de empezar a faltar a eventos sociales donde estarán esos miembros de la familia con los cuales ya no quiere seguir relacionándose, o se sale de grupos de whats para ya no estar en contacto con aquellos que le generan ansiedad o enojo. Y creo sinceramente que son dos magníficas herramientas.

Adentrarse a ver las consecuencias del alejamiento total o del enfrentamiento con estas personas, es una tarea que lleva tiempo, porque han impactado en lo más valioso de un ser humano: su autoestima y su valía personal. Recuperar estos elementos conlleva un gran esfuerzo y la eliminación de creencias para que puedan ser otras desde donde la persona prefiera estar… Y sí, hay que pasar momentos de soledad, incomodidad, miedo, tristeza y angustia. Y dolor, por supuesto.

En mi experiencia personal, alejarme o decidir ya no continuar en este tipo de vínculos, me puso a escuchar un buen rato (aún hoy las oigo) voces potentes que me decían: «te vas a quedar sola», » ¿a dónde vas a ir sin amigos?», «estás siendo muy exagerada», o, » no es para tanto»; e hicieron mella en mí porque contrastaba lo que yo deseaba para mí –tranquilidad, paz, estabilidad, comodidad– con lo que otros esperaban o deseaban (incluso como un acto de amor) para mí y para mi vida.

Decidir romper implica romper con una idea de nosotros que también nos genera dividendos: «el amable, el buena onda, el simpático, el 1000 amigos, el buen hijo, nieto, sobrino, primo…», y, al mismo tiempo, nos coloca en una posición de poder sobre nuestra vida, en la cual podamos defender y cuidar, sobre todas las cosas, las personas y los afectos.

¿Ya no va a ser lo mismo? No, definitivamente. ¿Se van a ver afectadas personas importantes? Sin duda. Pero estaremos colaborando con una vida de libertad, de decisión propia y de más amor por nosotros mismos, porque nos estaremos respetando, cuidando y procurando elegir con quiénes nos seguimos vinculando.

Moverse de sitios que no nos son generosos, será cuestionado por muchos, y también, será un lugar donde muchos lo hayan hecho y, tenido que pasar por ese trance, nos digan que lo volverían a hacer.

¿En qué relaciones te quieres seguir viendo el resto de tu vida?

Primero de mes

Hoy iniciamos un año más. El 2022 para ser precisos.

De tener un título este año, ¿cómo te gustaría que se llamará? Pienso que cuando uno le pone nombre a las cosas y a los sucesos, tanto como a las emociones que sentimos, le damos un lugar y un espacio en nuestra vida; y eso contribuye a que les prestemos alguno de nuestros sentidos que nos empuja a una acción para que se conviertan en una realidad.

¿Te imaginas un año en el que una habilidad o un talento, que dices no tener. pudiera darte una sorpresa? Una sorpresa como que te descubrieras bailando una rica salsa en la boda de la prima Cecilia (cuando hubieras jurado que nunca lo harías porque «no sabes bailar» o porque «tienes dos pies izquierdos») o adornar la pared de tu sala con un cuadro pintado con tus manos, cuando te has pasado media vida creyendo que tu talento es para las cuentas y los números, pero no para el arte. O que hagas tu primera incursión en la pastelería, llevando el pastel de cumpleaños de tu mamá -cuando juraste que tú y la cocina eran enemigos eternos-, ¿te lo imaginas?

A eso me refiero. A creer en crear. Crear una idea distinta de ti y de tus posibilidades.

Escucho con frecuencia todo lo que una persona puede creer de si misma en todo lo que «no es, no sabe, no puede, no es talentoso, es una piedra», y un largo etcétera. Y todo está dentro de una dimensión en las que nos meten para que vayamos por la vida sin bailar, sin pintar, sin hacer pasteles; entre un montón de cosas que nos gustaría, pero, «¡noooo, ya estoy vieja para eso!, ¡ya es demasiado tarde para mí!, ¡soy tan tonto que haría el ridículo!», y es una falta de respeto a nuestras capacidades, voluntades, habilidades, sobretodo, a la oportunidad de tener una vida como la que nos gustaría.

En la Navidad pasada, mi familia de origen y yo, hicimos un pequeño paseo a una laguna en el estado de Tlaxcala, México; y de camino hacia ésta, se me ocurrió hacer el siguiente ejercicio: cada uno tenía que decir tres aspectos positivos de cada uno de los que íbamos con él o ella, incluyendo su propia persona… Para algunos fue difícil concentrarse en lo positivo o en decir algo bueno de sí mismos. Y al mismo tiempo, fue gratificante recibir ese regalo: lo que la gente piensa de él o ella y que muchas veces no se sabe porque estamos más enfocados en «destacar» lo «malo» de alguien… Y si en eso nos concentramos, de tanto hacerlo, lo podemos convertir en una única realidad.

Hoy estamos ante una nueva obra en una nuevo escenario llamado 2022. Cómo queremos construir ese guión sobre el que se cuenten aspectos de nosotros a lo largo de estos 365 días. ¿Qué queremos decir de nosotros a partir de este día? ¿Lo mismo de siempre o lo mismo que hemos escuchado durante años? ¿Será otro año más de más de lo mismo o algo nuevo habremos de hacer para que nuestra obra triunfe en este teatro maravilloso llamado vida?

Invitados estamos todos a reeditar nuestra historia y rehacer el guión de lo que creemos sobre nuestras capacidades y habilidades; para expandir, modificar, cambiar de lugar o empezar a ocupar en nuestro día a día

Empezamos la cuenta de nuevas historias.

Toma una pluma y un papel y escribe qué quieres creer de ti a pesar de todos, y qué te gustaría lograr con ello.

Por cierto, al ejercicio de la Navidad, le dimos la categoría de regalo y le llamamos «La caminata de la generosidad».

¿Cómo vas a caminar contigo este año?

¡Feliz Año Nuevo!