¿Se han puesto a pensar qué sucedería si un día amanecieran y se dieran cuenta que ese problema con el que estaban lidiando hasta una noche antes, se fuera? ¿Qué pasaría con su vida? ¿Qué harían a partir de esa mañana?
Muchos de nosotros solamente nos concentramos en el problema, y entonces nos convertimos en un problema con pies. Toda nuestra energía, concentración y fuerza interior, se van hacia esa circunstancia que nos incomoda, nos duele o nos molesta. El tiempo transcurre alrededor de este acontecimiento y supone un gran esfuerzo que nos deja cansados e irritados, incapaces de hacer otra cosa.
Los seres humanos CREEMOS que si un problema se piensa mucho, se va a encontrar la solución más pronto, o que no es posible quitarnos de la cabeza ese asunto, porque NO PODEMOS. Y ambas, son ideas que limitan resolverlo. Y aquí viene el elemento clave: nos enseñan a tener problemas, no a resolverlos, porque esto significa ENFRENTAR.
Muchas veces he hecho la pregunta del inicio en mi consultorio, y la gente se sorprende y se queda unos minutos callada, se dan cuenta que nunca habían pensado en ese momento, en el que vivan sin el «problema». Se muestran incrédulos ante una vida sin lo que les lastima o molesta.
A veces, pensar en el problema es una manera de estar en la vida, una sensación que da (y lo he visto en distintos lados) vivir con la incomodidad. Por ejemplo, ayer me comenzó un dolor en mi pie izquierdo, en lo que llamamos, «el juanete». Me deja caminar y hacer mis actividades, PERO, siento una molestia. Y a esto se unió a otra dolencia en uno de mis hombros. Bien, con ambos dolores estoy conviviendo. Pareciera que mi vida es normal y que no me impide hacer mis actividades; y de algún modo, es cierto. Sin embargo, mi pensamiento está 70% en ello y no en algo más productivo o funcional. Además, sólo estoy viendo el lado negativo de estas dolencias, y ni siquiera me acerco a ver qué de bueno tendrán, porque si así fuera, entendería lo que hace mucho me dijeron: «toda cura es autocura»; y me tranquilizaría saber que mi cuerpo está actuando como sabe hacerlo, y que si mantengo la calma unos días más, la dolencia se irá o se transformará para que yo pueda ver el mensaje que me tiene: quizá me estoy sobrecargando de hacer algo, posiblemente no estoy andando por el camino correcto; o más allá, es un llamado a vivir y enfrentar otra clase de dolores y molestias, que, por supuesto, no son físicas: una desilusión, un miedo, una sensación de insuficiencia, angustia; etc. Y, sin duda, también buscar algo allá afuera que me ayuden: un masaje, un especialista que me brinde mayor información sobre por qué me duele en tal parte y saber para qué debe funcionar y cómo, revisar mis antecedentes familiares sobre salud y enfermedad; así como buscar qué es lo que no he hecho y me gustaría hacer más.
Lo anterior marca una diferencia, porque el pensar mucho sobre mi problema, no va a hacer que se resuelva, va a procurar escarbar hacia abajo cada vez más; mientras que por otro lado, si medito un tiempo en qué haría yo de mi vida sin este problema, la respuesta puede contribuir a identificar qué es lo que necesito llevar a cabo para solucionarlo… Como dicen por ahí: «pare de sufrir».
Cuando nos damos oportunidad de ver nuestros problemas con otra perspectiva, estamos potenciando una vida sin tantos pesos, muchos de los cuales, te aseguro, no te corresponden. Así que si tu paso se ha hecho pesado, sería bueno revisar qué cargas y desde cuándo. Y ya lo sabes: uno elige con cuánto peso quiere andar por la vida.
Así que hoy cuando te vayas a dormir, piensa en esa pregunta que, quizá, mañana te haga vivir un milagro.